viernes, 26 de abril de 2019

EL CHISTE DEL MES

Con los tiempos que corren y acercándose fechas importantes para nuestro futuro, traigo a esta entrada una reflexión de la inmortal Mafalda que por sabida, no hay que dejar de recordar.
Una sonrisa porfa.




EL RINCÓN DE PILAR

Esta mujer es incansable. Infinitas gracias por tu aportación a este blog. Y sobre todo a disfrutar de tu trabajo.


LAS HERMANAS BUNNER



Por los cristales siempre limpios

del escaparate se atisbaba

una mercería de ordenados mostradores

y paredes enjalbegadas

Un cúmulo de casualidades

conformaron la existencia de las hermanas,

casualidad fue que la mayor de ellas

a la pequeña un reloj le regalara.

Ya nada volvería a ser como antes,

sus vidas se vieron truncadas,

demasiadas estrecheces, sacrificios

e inútiles renuncias voluntarias



Anna Eliza

Su rostro menudo y angustiado

serenidad  infrecuente mostraba,

mechones de pálidos cabellos

sobre las sienes brillaban.

Lucia vestido de seda negra

en acontecimientos de importancia

teñido dos veces para ocultar

sus muchos años y excesivas faltas,

borradas las curvas, dibujadas

las líneas rígidas brindaban

a la prenda un aire sacerdotal, dando

a  la ocasión enorme importancia.

Vista con el vestido de seda negra

y un volante de encaje sujeto al cuello

con un broche de mosaico y el rostro

sereno acorde con el atuendo,

parecía 10 años más joven que cuando

en medio del fragor de la jornada

un aspecto tan gastado y brillante

como su vestido mostraba.



Evelina:

Era más alta, nariz prominente,

se permitía la veleidad de ondularse el pelo,

sus rizos tiesos parecían cabellos

de estatua asiria aplastados por el velo.

Presentaba un aspecto ajado y marchito

pero no parecía del todo imposible

que pudiera irradiar una relativa juventud

en circunstancias más felices.

Hace tiempo la pretendió

un joven maestro que daba clases

aunque se fue, dejó a la joven envuelta

en un aura de exquisitas posibilidades.

Desde que vendieron el reloj de su madre

cada día debía acercarse a la plaza,

para ver si era hora de abrir la tienda

y dar comienzo a la jornada.

En el comercio de Herman Ramy

le compró para su cumpleaños su hermana

un precioso reloj que colocaron

sobre la cómoda presidiendo la estancia.



Herman Ramy:

Tenía su trabajo en Tiffany´s,

enfermó de fiebres hace tres años,

cuando quiso volver a su puesto

ya le habían relevado.

Frente prominente, cabeza grande

cubierta por capa de pelo cano,

articulaciones nudosas, yemas mugrientas

lucen sus pálidas y anchas manos.

Sus comedidos ademanes eran

como los de una mujer de delicados,

su establecimiento siempre en penumbra

despliega polvo por todos los lados.

Aunque de origen alemán, llegó

a EEUU con apenas 19 años

su amiga la Sra Hochmüller

permanece siempre a su lado.

Anna Eliza enamorada de él

le perdonaba esas flaquezas,

pensar en volver a verlo le llenaba

de una emoción demasiado intensa.

Aprovechó para ir al mercado

cuando Evelina estuvo indispuesta,

en la carnicería dejó pasar a la gente

para darle tiempo  a ver si llega.

Bajo la luz clara de la decepción

le maravilló haber sido tan necia

al suponer que iba a aparecer allí

a la misma hora en la que estaba ella.

Llevaba tiempo resignada a su suerte

no le dolía su soltería

pero no se resignaba y esperaba

un golpe de suerte para Evelina



La mayor nunca se había permitido

el lujo de la autocompasión,

solo tenía derechos su hermana,

pero  ahora reconocía su error.

También para Evelina había sido

el interés del joven profesor

y Ann Aliza  en el arte de la renuncia

había alcanzado una gran perfección.

Ahora admitía su derecho a considerar

ciertas oportunidades que un día perdió,

empezó a recordarlas con frecuencia

y a sus mejillas afloraba el rubor.

Una mota de polvo logró un día

que en el reloj se parara el tiempo,

el Sr. Ramy le gusta siempre

que sus clientes queden satisfechos.

Por eso se fue acostumbrando

a visitar con frecuencia a las hermanas,

iba a verlas los domingos por la tarde

y algunas tardes entre semana.

Al ir cogiendo confianza con ellas

se fue volviendo parco en palabras,

y empezó a incurrir en largos silencios

que ellas sentían como pura magia.

Se acostumbraron a consultarle

todas sus dudas y aceptar

su veredicto con una prontitud fatalista

que las eximía de toda responsabilidad.

Escucharon la historia de sus primeras

tribulaciones en Alemania

y de la larga enfermedad que había

ocasionado sus múltiples desgracias.

El nombre de la sra Hochmüller

que cuando padeció las fiebres lo cuidó

fue recibido con suspiros reverenciales

y una punzada de envidia en el interior.

Como el cartero o el lechero

en parte de sus vidas se convirtió,

creyó intuir la mayor que el caballero

se había enamorado de la menor.

El cruel dolor acercó su llama

a la frágil tela de su ilusión,

viendo como se reducía a cenizas

su proyecto de un futuro amor.

Un domingo por la tarde las invitó

a una exposición y Ann Eliza

sacó para su hermana el broche de mosaico

y el mantón de su madre de cachemira.

La Sta Mellins, su vecina era modista,

menuda, rostro reluciente, pelo rizado ,

lleva en su muñeca pulseras de metal

de falso carey que van entrechocando.

Su imaginación desbordante cuenta

historias sacadas de los diarios,

con una turbación tan intensa

que cree que a ella le están pasando.

Los rumores sobre la Caja de Ahorros

y el temor de perder su dinero

hace que las inquietas hermanas

pidan al Sr. Ramy consejo,

quien se ofrece a invertir sus ahorros

para sacarles más rendimiento.



Llevaba días sin visitarlas, Ann Eliza

nunca se había sentido más vieja

como si le hubieran sacado la última

gota de sangre joven de sus venas,

cuando Evelina le pidió que fuera

a enterarse de lo que le pasaba

se sintió desprovista de ilusiones

y tremendamente humillada.

Le molestaba que su hermana mostrara

sin ambages la intensidad de sus emociones

el verla tan afectada le hacía a ella

partícipe de la degradación de la joven.

Giró el pomo de la puerta del relojero

y contempló su mirada sin brillo,

estaba enfermo, no cabía duda, su rostro

tenía un color ceniciento y amarillo.

El Sr. Ramy siguió contemplándola

con una inexpresiva mirada

-he tenido uno de esos ataques-dijo

como si le costara articular palabras-

Fueron a conocer a la Sra Hochmüller

cuando el relojero retomó las visitas

tenía un jardín con árboles

una pérgola, gallos, gallinas.

Era una preciosa  casa roja

con verdes contraventanas

y macizos de corazoncillos y lirios

floreciendo tras la empalizada.

El Sr. Ramy con la anfitriona

se mostraba descaradamente familiar

-has tenido uno de tus ataques,

y no me has hecho avisar,

menuda vergüenza ponerte enfermo

y no llamarme para poderte cuidar-

Ann Eliza se sintió cohibida

por la espontánea intimidad.



El relojero va a la tienda

sabe que no está Evelina,

que tardará varias horas

en volver de la tintorería:

- no es bueno que el hombre este solo

y deba comer fiambre todos los días

quiero casarme y le ruego

que me acepte, Ann Eliza-

Cuando los dedos de ambos se tocaron

notó que un torrente de alegría

se apoderaba de ella, que flotaba.

lo que estaba pasando no comprendía:

- pensé que le interesaba mi hermana

parecía lo más natural

es muy espabilada y guapa y yo

no tengo intención de casarme jamás

me amedrenta tanto trabajo

me canso con facilidad

mis terribles dolores de cabeza

me impiden hacer una vida normal.

No sabe cuánto se lo agradezco- dijo ella

con los ojos anegados en lágrimas-

pero no le comente nada a Evelina,

cuando se quedó sola se sintió aliviada.

Sabía que el momento crucial de su vida

había pasado y se alegraba

de haber estado a la altura sus ideales

a pesar de las lágrimas derramadas.

Dos hechos le restaban perfección:

que hubiese sucedido en la tienda,

y que ella no hubiera lucido

el vestido de seda negra.

Estaba henchida de  orgullo

como aquella noche que su madre

le regaló un medallón a escondidas

sin que se enterase nadie.

En su vida acababa de ocurrir

algo que nadie podría robarle,

y le molestó que Evelina no preguntara

por los acontecimientos de la tarde.

Le apenó ver que el secreto que albergaba

en su interior llenándole de coraje,

no despedía como las estrellas

un resplandor fulgurante.

Le pareció un poco absurdo

y demasiado decepcionante

que su hermana no supiera

que al fin las dos eran iguales.

El Sr Ramy empezó a mirar a Evelina

como a ella la miró aquella tarde,

dejó de acompañarles en los paseos

para que la relación se consolidase.

Ella quedaba en casa esperando

que algún cliente llamara a su puerta,

el reloj marcaba irónicamente el trascurrir

de las horas vacías en la trastienda.

Sus anhelos íntimos se silenciaron

al ver a su hermana ávida de dicha,

proyectó su cariño en el destino

del Sr. Ramy y la caprichosa Evelina:

-me ha pedido matrimonio-

escuchó la sentencia Ann Eliza,

le cogió las manos, se abrazaron

solo pudo sentir una inmensa alegría.

Cuando Evelina recobró la voz

empezó a narrar una historia tan larga,

que la vigilia de ambas se prolongó

hasta altas horas de la madrugada.

El Sr Ramy quiere invitar a la boda

a su amiga la alemana,

Ann Eliza  aconseja a Evelina

que no le coja demasiada confianza,

pero le respondió con premura

y desapego  a su hermana:

-si tu estuvieras en mi lugar harías

lo imposible por complacer a quien amas-

Desde aquel desplante Ann Eliza

se guardó para ella sus opiniones,

Evelina no necesitaba su apoyo

ni sus reconvenciones.



Se preparó para la obstinada soledad

que llegaría al casarse su hermana,

comería con ella los domingos

no estarían demasiado alejadas.

Dijo su hermana: al Sr. Ramy

le han ofrecido un trabajo en San Louis,

es un puesto muy importante

y no quiere marcharse sin mi.

Le pareció a Ann Eliza que nunca

recobraría las fuerzas suficientes,

para aceptar el adelanto de la boda

y para mirar a su soledad de frente.

Un fiero despiadado dolor

de ella se había adueñado,

pero los preparativos de la boda

mantenían a raya al tirano.

-Todo se fue al carajo -dijo Evelina-

la boda deberá suspenderse

pues los gastos del viaje son muchos

y mis ahorros no son suficiente.

Una duda no formulada frenó

las palabras que iba a pronunciar,

albergaba la intención el día de la boda

de dar a su hermana la otra mitad

de los ahorros comunes, pero

intuyó que debía callar

se acostaron y escuchó Anna Eliza

el llanto de Evelina en la oscuridad.

Nunca se había sentido tan fríamente

alejada de ella, y comenzó a hablar:

- silencio hermana, no llores,

quizá esto se pueda arreglar,

tenía pensado darte el día de la boda

mis 100 dólares ahorrados ¿te bastará?



La boda se celebró el día previsto

en la capilla de la iglesia,

la mayor había decorado los escaparates

el mostrador y la trastienda.

En la mesa se alzaba un jarrón

con crisantemos blancos,

y viandas y una tarta glaseada

para el convite de los invitados,

Rosas de papel y hojas otoñales

engalanaban la estantería,

y en torno al reloj se enroscaba

una guirnalda de siemprevivas.

La figura de la Sra Hochmüller

pareció adueñarse de la estancia

ocultando a los demás huéspedes

de proporciones menos ajustadas.

La pálida presencia de Evelina

surgía de tanto en tanto

como el rostro de un ahogado

en un mar teñido por el ocaso.

Al día siguiente sus amigas

acudieron para adecentar la tienda,

tras el cariño de su presencia Ann Eliza

divisó la figura de la soledad en la puerta.



Habían adoptado la forma de hogareñas

las palabras de sus firmes pensamientos,

pero no conocía el tenaz lenguaje

del abrumador discurso del silencio.

Escuchaba de noche suspiros extraños,

las paredes de la trastienda le hablaban,

percibía  susurros sigilosos,

los fantasmas movían las contraventanas,

hacían chirriar al pestillo de la calle,

en una ocasión se quedó petrificada,

al escuchar unas pisadas en la tienda

que sonaban igual que las de su hermana.

Dejaba que el café se enfriase esperando

que la ausente se sirviera la primera

y en las comidas seguía apartando

el mejor trozo para su hermana pequeña



Llegó la primera carta de Evelina

era una letanía de quejas:

-mi esposo es todo amor y devoción

pero pasa mucho tiempo fuera

ojalá nunca llegues a conocer

la soledad que sufro desde mi llegada,

cuando unes tu suerte a otra persona

la vida te impone un montón de cargas,

rezaré para llevar a cabo mis obligaciones

sin que me falten las fuerzas

a cambio del apelativo de “esposa”

he sacrificado mi independencia,

ya no puedo como tu navegar

en el rio de la vida libre y serena-



Por las siguientes misivas dedujo

que acabaron en un cuarto de vecindad

que su puesto le brindaba menos satisfacciones

de las que habían inducido a esperar.

Dejaron de llegar cartas y unos miedos

de Ann Eliza a apoderarse empezaron,

imaginaba a su hermana enferma

en manos de un hombre tan negado.

La falta de iniciativa que le aquejaba

para desentrañar  el misterio,

le infundía  un sentir de impotencia

de perplejidad y agotamiento.

Evelina le había privado de todo recurso

que no procediera de las ganancias diarias,

que en el transcurso del invierno

habían mermado de forma continuada.

Se sinceró con la Sra Hawkins

tal vez su marido pueda ayudarla,

y tras compartir su congoja oculta

tuvo una sensación de liviandad falsa.

Consiguió la dirección de la casita

en donde vivía la alemana

le dolía hablar con la Sra Hochmullër

de los  problemas de su hermana.

Llegó hasta la casita roja en las afueras

el corazón y sus manos temblaban,

abrió la puerta la nueva inquilina

que desde hace meses ocupaba la casa.

Se sumió en una apatía repentina

regresó a casa desolada,

sintió un alivio momentáneo

al ver que sus amigas le cuidaban.

Decidió acercarse hasta Tiffany´s

e indagar en el pasado trabajo

cualquier información sería buena

para encontrar a su hermana y cuñado.

Llegó al departamento de relojes,

pidió referencias al encargado,

tras consultar archivos le dijo

que el Sr. Ramy era un trabajador raro:

-lamento ser tan duro pero debo

informar de su expediente

no fue despedido por enfermedad

sino por consumo de estupefacientes.

Desaparecía a menudo y aparecía aparecía

en un estado tan malo que le impedía

realizar su trabajo o hacer algo útil

durante  muchos días-



Las semanas se sucedían

sin incidente alguno,

su reflejo en el espejo se volvió

mas encorvado y enjuto,

su frente se acercaba al remolino

de pelo que tras la raya tenía,

y que ella domaba diariamente

con un peine de goma de la India.

¿Qué horrores se ocultarían

bajo el silencio de su hermana?

a veces por la noche le parecía

oír su tenue voz que le llamaba.

A menudo conseguía convencerse

de que Evelina había muerto,

solo entonces a su alma dolorida

llegaban momentos de consuelo.

En un descuidado cementerio desolado

la imaginaba sepultada,

sin una lápida que recordase su nombre

sin un doliente que fuera a llorarla.

Sus amigas seguían visitándola

cuando sus quehaceres lo permitían,

llegó el otoño y en invierno

casi nadie entraba en la mercería.

Empeñó el broche de mosaico

y el mantón de cachemira

y la estantería de palisandro

y el reloj de sus desdichas.

A punto de bajar las persianas

llegó la desgraciada Evelina,

desaparecido el brillo y los rizos

que su cabello antes lucía.

Un torrente de palabras deshilvanadas

pronunció acariciando su mejilla,

la estrecho entre sus brazos triunfante

-¡sabía que volverías!-

No quería preguntarle nada, solo

sentir que el vacío de la tienda volvía

a estar rebosante de la única presencia

que a ella le devolvía a la vida.



-¿Donde está el reloj? preguntó

a su hermana mayor Evelina,

-lo regalé a la Sra Hawkins,

también vendí la estantería,

no era más que un trasto inútil

que acumulaba porquería

-¿y la colcha roja? continuó

preguntado totalmente afligida,

-pesaba tanto que la vendí

no puedo dormir con mucha ropa

-entiendo que tus apuros, hermana,

te han hecho empeñar las cosas,

yo he vivido una situación peor

estuve en el infierno, pero he salido

desconoces todo de la vida,

viviendo a salvo en este lugar tranquilo,

no te escribí pidiéndote ayuda

porque me daba vergüenza-

el vestido de Evelina narraba

una historia de absoluta pobreza

Había una faltriquera  negra

que de su enjuto cuello colgada,

Ann Eliza la desvistió con mimo

y entre ternuras la acostó en la cama.

Comenzó la pequeña el relato

de sus siniestras desgracias:

-Al llegar comprobé que el empleo

era peor de lo que pensaba,

lo creí enfermo, traté de cuidarlo

pero él se iba de casa.

Pasaba horas fuera y cuando volvía

tenía la mirada como enturbiada

a veces ni me reconocía, pero otras

daba la impresión de que me odiaba

llevábamos un mes allí cuando

desapareció durante una semana

lo echaron de su trabajo y debimos

buscar una casa más barata

Tuve un hijo que vivió un día

y eso me destrozó el alma,

me pidió que te escribiera para pedirte

el dinero que él imaginaba

tendrías escondido en algún sitio

del que yo no sabía nada.

Cuando me negué a escribirte

me mando a trabajar fuera de casa

nos echaron por no pagar el alquiler

nos fuimos de inquilinos a la casa

de la Sra Hochmullër que había venido

un mes después de nuestra llegada.

El médico me mandó al hospital

cuando salí, ninguno de los dos estaba,

encontré una casa para servir

me desmayé de débil que me encontraba,

me despidieron y desde entonces

viví de limosnas que me daban.

Al salir de una función de teatro

encontré  un hombre agradable

que me preguntó apenado

si en algo podía ayudarme

Tan solo le pedí cinco dólares

para poder regresar a Nueva York,

me acompañó, me compró el billete

y me acomodó en el tren en la estación-



Cuando entró la vecina estaban

entregadas a un abrazo:

-el Sr. Ramy está fuera

por motivos de trabajo,

Evelina se quedará conmigo

hasta que su esposo regrese,

tal vez solo sean unas semanas,

tal vez se alargue unos meses.

Por primera vez atisbaba

la inutilidad de sus sacrificios,

hasta entonces ni se le había pasado

por la mente poner en duda los principios

de su linaje y estirpe heredados

y que su vida habían regido,

pensar en el bienestar de los demás

antes que en su propio beneficio

la había parecido natural

y necesario porque había asumido,

que eso implicaba la consecución

del beneficio perseguido.

Siempre renunció a sus satisfacciones

y ahora veía con tristeza

que su sacrificio no garantizaba

la felicidad de los que tenía cerca.

Su paraíso familiar estaba deshabitado,

en la bondad de Dios confiar no podía

solo había un abismo negro

sobre el tejado de la mercería.



El médico quiso hospitalizarla

cuando le diagnosticó “neumonía”

para poder pagarle al galeno

pidió 20 dólares a la vecina.

Eso le supuso una de las luchas

más encarnizadas de su vida,

nunca había pedido dinero a nadie

se lamentaba para sí Ann Eliza.

Le parecía algo indecente

y una situación vergonzosa,

una emergencia que la providencia impide

que sobrevenga a las personas piadosas.

Pensó que este préstamo le obligaba

a concederle a la modista

el derecho de hacer preguntas

sobre el triste secreto de Evelina.

Cuando la neumonía degeneró en tisis,

confesó Evelina sosegada

que se había convertido al catolicismo

para que cuando este mundo abandonara

pudiera subir al cielo con su hijo,

se sintió excluida del corazón de su hermana

de sus afectos más íntimos y hondos

nuevamente estaba exiliada.

Era consciente de que a Evelina

se le estaban terminando los días

y que el Sr. Ramy y el niño

la habían apartado de su vida.

Comprendió que la bolsita negra

que llevaba amarrada al cuello,

era un amuleto sacrílego

y rehusaron tocarlo sus dedos.

Eran frecuentes los días

de callado desfallecimiento,

en los que se quedaba mirando

por la ventana en silencio.

Solo le alteraba esa tos incesante

cuyo sonido asociaba

con el de unos clavos hundiéndose

en el ataúd de su hermana.

Dos horas estuvo el sacerdote

limpiando a la moribunda el alma

dándole espiritual consuelo

para que pudiera emprender la marcha.

No abrió los ojos en el momento

de la quietud antes de la alborada,

la mano inquieta sobre la colcha

vio Ann Eliza que ya no temblaba

El sacerdote se ocupó de todo lo referente

al entierro, mientras Ann Eliza

contemplaba la negación de su pasado

como una espectadora pasiva.



Unas semanas mas tardes

las estanterías estaban vacías

un cartel de “se alquila esta tienda”

colgaba sobre la puerta de la mercería.

Con el sombrero y el mantón raídos

salió por última vez de la tienda,

vendió los muebles que le quedaban

para pagar las exequias.

No pudo comprar ropa de luto

pero cosió a su ropa crespones negros,

emprendió camino hacia el oeste

buscando un futuro halagüeño.

Se paró a admirar un escaparate

con una luna adornada con muselina

que mostraba almohadones, mantelitos

y otros ejemplos de laboriosidad femenina.

Un letrero en el interior del cristal

rezaba “se busca dependienta”

se recolocó el mantón y entró

todo parecía nuevo en la tienda.

-Solo pagamos 30 dólares al mes

pero el trabajo no es pesado,

la persona tendría que coser

adornos de vez en cuando,

debe ser elegante de modales corteses

no mayor de 30 años y avispada,

anote por favor en ese papel

el nombre de su candidata-



Ann Eliza salió a la calle

bajo el bello y primaveral cielo

parecían palpitar los temblores

de un sinfín de comienzos

siguió persiguiendo al destino

buscando atenta cualquier tienda

en cuyo escaparate hubiera aviso

“SE BUSCA DEPENDIENTA”

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