Siempre sorprendiendo y siempre agradando. Nos estás acostumbrando mal. A este paso será mejor que leas tú las novelas y luego nosotros leamos tus poesías.
Y por cierto, no nos importa que vengan con retraso.
Muchas gracias.
TRENES RIGUROSAMENTE
VIGILADOS
En Praga en 1945 los alemanes
ya no dominan el aéreo espacio
los ataques de su aviación
nuestras comunicaciones desbarataron,
de tal manera que los trenes
de la mañana pasaban al mediodía,
los de la tarde pasaban por la noche
por lo que a veces sucedía
que cuando el tren de la tarde venía
puntual, según marcaba su horario,
se debía a que era el de la mañana
que llegaba con 4 horas de retraso.
Una mañana, un avión enemigo
sobrevolando la ciudad
ametralló hasta desprenderle el ala
a un caza alemán.
La gente corría de un lado a otro
porque el ala no dejaba de moverse
como un péndulo enorme emitiendo
un sonido sibilante y fuerte,
tratando de escapar de la sombra
que se cernía sobre el vecindario
entonces dio un giro rápido
y cayó en el jardín del Decano.
Milos fue a ver el avión derribado
y se encontró en el camino
ciudadanos que arrastraban
en sus carros el botín obtenido
Así desapareció en pocas horas
no solo el ala herida, sino también
toda la chapa y las piezas del fuselaje
de aquel avión del Tercer Reich
BISABUELO
Su bisabuelo fue tambor del ejército
y como tal, luchó en el Puente de Carlos,
desde donde los estudiantes tiraban
sólidos adoquines a los soldados.
Acertaron al tamborilero
y lo dejaron inválido
desde entonces cobraba de por vida
la renta de un doblón diario,
con el que compraba una botella de ron
y un paquete de tabaco,
y en lugar de quedarse en su casa
echando humo y borracho
le encantaba ir por los caminos
y por las calles cojeando
hasta aquellos sitios en que la gente
se dejaba la piel trabajando.
Se burlaba de aquellos obreros
de piel curtida y callosas manos
obligados a sudar sangre
para alimentar a sus vástagos.
Pero toda paciencia tiene un limite
y año tras años lo apalizaban,
en cualquier carretilla
ruinosa
a casa lo transportaban.
El día que se burlo de los canteros
que lamentaban el cierre de su trabajo
propinaron tal paliza al viejo
que lo mandaron al otro barrio.
ABUELO
Su abuelo era hipnotizador
y toda la ciudad en su hipnotismo veía
el deseo de lograr (como su padre)
no dar golpe en toda su vida.
Cuando los alemanes cruzaron la frontera
avanzando en dirección a Praga,
quiso, con la fuerza del pensamiento,
detener los tanques que avanzaban.
Así que el abuelo iba por la carretera
con sus poderosos ojos clavados
en el primer tanque que dirigía la vanguardia
de aquellos ejércitos motorizados.
Y el tanque paró por unos segundos
la sensación de triunfo duró un momento,
se puso en marcha y le paso por encima
cercenándole la cabeza del cuerpo.
Unos gritaban que el abuelo era un loco,
los otros decían que no lo era tanto
que si todos hubieran cogido las armas
y a los alemanes se hubieran enfrentado
quien sabe si hubieran impedido
la invasión de los germanos
PADRE
El padre, maquinista, había conducido
locomotoras desde los 20 años,
pero al cumplir los 48
decidieron jubilarlo.
Si alguien prescindía de muebles
viejos los depositaba en su
casa
por lo que aunque solo vivían tres,
en aquel hogar abundaban las jarras,
tenían nueve o diez canapés,
montones de sillas y armarios,
numerosos lavabos y mesas
y multitud de cacharros.
De noche montado en su bicicleta
recorría aquellas zonas mas lejanas
hurgando en los sucios depósitos
con una roñosa barra metálica.
Regresaba luego a casa con un botín
que nadie quería ni necesitaba,
pero, como él era el jefe de las campañas
de recogida de chatarra
cuando todos aquellos trastos de hierro
a la estación transportaba
al llegar frente a su portal
parte del cargamento “se resbalaba”
LA ESTACIÓN
Se puso Milos el uniforme planchado
donde lucían los distintivos
por el que cada ferroviario conoce
cual es su categoría en el servicio.
Saben que tiene reválida porque
en el cuello luce un
reluciente botón,
la estrella bordada con hilo dorado
dice que es alumno a
factor.
Desde la mesa del telégrafo bajo la ventana
se ve un sendero a través del campo
y el palacio del príncipe Kinsky
bordeado por viejos manzanos.
El príncipe criaba caballos de carreras
con los que ganó numerosos premios,
casi un millón de libras esterlinas,
aquello era entonces tanto dinero,
que tras nuestra estación empezó a construir
un cine, un teatro y una sala de conciertos
(al que todos llamaban Liverpul)
para futuro disfrute de todo el pueblo.
Pero no terminó de construirlo
y se convirtió en un depósito de grano
al que se accedía a través de columnas
del más puro estilo griego
y romano
Descansan encima de la mesa
tres telégrafos antediluvianos,
y tres libros de registro
de mensajes telegráficos.
En la tranquila oficina de comunicaciones
se oía constantemente el tierno arrullo,
del tintineo de telégrafos
y teléfonos
lanzando al aire su monótono murmullo.
En la ventana que da a la sala de espera
seguía habiendo una cortina verde,
un armario de metal a su lado
y la máquina de fechar los billetes.
En la pared había un oleo grande
que a una locomotora representaba
entrando en el anden de Wilson
(Estación principal de Praga)
echando vapor hacia los rieles
emocionaba a cualquier empleado,
sobre todo al jefe de estación que aspiraba
a ser Inspector de los Ferrocarriles del Estado
JEFE DE ESTACIÓN
Antes de la guerra criaba palomas
de la raza Badget, de
Alemania,
aves que en sus alas lucían
agresivas flechas negras y
blancas.
Limpiaba el palomar en días alterno
les echaba salvado y agua
cuando Alemania derrotó a los polacos
el jefe de estación decidió liquidarlas,
antes de partir hacia Hradec
ordenó al mozo que las estrangulara,
repobló mas tarde su criadero
con palomas de procedencia polaca
que tenían hermosas colas
azules,
y unos maravillosos flancos
adornados con preciosos
triangulillos grises y blancos
combinados como los azulejos
de los cuartos de baño.
Sacrificando a conejos y gansos
su mujer era maestra
pues sentada en una silla
con el animal entre sus piernas
le hacía un corte en el cuello
con un cuchillo poco afilado
que le hacía emitir un pitido
mientras se iba desangrando
hasta que perdía el resuello
y comenzaban los espasmos
luego, con destreza de maestro
solo quedaba despellejarlos.
HUBICKA EL FACTOR
El sueño de los factores
parece estar dirigido
por algún sistema de señalización
cuando están de servicio.
Aunque duerma profundamente
algo en su cabeza permanece despierto
que le hace levantarse inmediatamente
con el primer sonido del telégrafo.
Deja libre la palanca, da el indicativo
de su estación y vuelve a sentarse
y a quedarse profundamente dormido
pero cuando se acaba el mensaje,
el factor se despierta, se levanta,
da la señal de recepción,
detiene el aparato, vuelve a sentarse
y a sumirse en su cálido sopor.
El buen factor duerme
tras poner el semáforo de entrada,
pero oye la locomotora del tren
que entra en la vía aislada.
Hubicka mira embelesado al cielo
mientras se rasca las orejas
síntoma inconfundible
de que ha yacido con hembra
la telegrafista Zdenicka le provoca
y comienzan un coqueteo
que acaba con los sellos de la compañía
estampados en su trasero
MILOS
Se enamoró de Masa la revisora de trenes
y supo que ella le correspondía
pero le inundó una gran decepción
al no poder demostrarle su hombría.
Eyaculación precoz, dijeron
que era el mal que Milos sufría,
que con voluntad,
perseverancia
y paciencia, se corregía.
Pero vio la decepción en sus ojos
a pesar de que sus labios sonreían
cayó en un pozo sin fondo
del que no encontró la salida.
Eligió una ciudad al azar,
en un prostíbulo, con unas cuchillas
rasgó las venas de sus
muñecas
para trminar con su vida.
El factor le dio la bienvenida
después de tres meses de “enfermedad”
-Hay que retomar el aprendizaje- dijo-
tenemos que ponernos a trabajar-
Le preguntó que hora era
prendió su brazo, le levantó la manga,
no miró el reloj, miró las huellas
de aquellas heridas cicatrizadas.
De las ventanas de los trenes
que llevaban a los soldados al frente,
salen canciones melodiosas
ojos vivarachos y labios sonrientes.
Los que transitan en dirección contraria
van repletos de heridos silentes,
pues eligiendo pareja para su danza
pasea entre ellos la negra muerte.
El suelo de los vagones estaba horadado
eso era algo que Milos odiaba
pues por el agujero asomaban miembros
del ganado que transportaban
vacas enjutas que lucían
patas despellejadas y azuladas
con terneros sucios hambrientos
los corderos, cabritos y cabras
con las patitas atadas con cordeles
tan fuertes que se las gangrenaban
y cerdos con las cabecitas juntas
y con las orejas congeladas
con las patitas de nieve
con los casquitos de porcelana,
¡que miedo tenían a moverse
para que no se les escapara
el poquito calor y el escaso arrojo
que todavía conservaban!
pero cuando llegaba el verano
y los rayos de sol abrasaban,
pasaban, con los hocicos abiertos
suplicando en silencio unas gotas de agua
Saltó Milos sobre la plataforma
del vagón y se le encogió el alma
al ver aquel ganado amormado
y los efluvios que emanaban.
Un ternero se descomponía
colgando por detrás de la vaca,
ovejas medio muertas de hambre
arrancándose unas a otras la lana,
todo un tren de horribles ojos
torturados que lanzaban
mil reproches implorando
una muerte mas humana.
Un toro humillado y vencido
que intuyendo su futuro se negó a subir
lo introdujeron a empujones y tirones
rasgando la anilla de su nariz
Así debió sentirse Checoslovaquia
cuando invadieron su territorio,
abocada sin salida a un guerra
herida en su orgullo y en su amor propio.
En condiciones tan nefastas como estas
transportaba el tercer Reich a los judíos
hasta campos de concentración y trabajo
para lograr su exterminio
En el hospital, con la tía Beatrice
lloraba por aquellos
soldados alemanes
cuando veía que venían a visitarlos
sus novias, sus mujeres, sus padres.
Los heridos, en su baño de aceite
dictaban sus últimas voluntades
aconsejando a sus novias y mujeres
con quienes debían casarse,
como organizar todo lo de los niños
y sus pocas o muchas propiedades,
la angustia me hacia salir del cuarto
impregnado de muerte y soledades.
Sabía que un herido estaba desahuciado
cuando tras despedirse de su familia
la tía acortaba su
sufrimiento
administrándole morfina.
Ella seguía después con su cuchillo
cortando zanahorias apio y perejil
y me dolía saber que al día siguiente
aquel recluta alemán iba a morir.
Los rusos liberaron Dresde, dejándolo
cubierto en llamas por los cuatro costados
en un vagón de servicio,
varios alemanes
en la estación de trenes se presentaron
como huídos de un campo de concentración
llevaban todos un pijama de
rayas,
tal como estaban cuando lograron salvar
sus vidas saltando por las ventanas.
Como si el miedo hubiera cortado sus párpados
sostenían la mirada fija y no pestañeaban,
tenían los brazos generosamente largos
que casi hasta las rodillas
les llegaban.
Y Milos, que lloraba por cada cordero degollado
y por todo el que topaba con una desgracia,
esos alemanes cabizbajos y derrotados
ya no le daban ninguna lástima.
Uno de ellos se echó a llorar
y era su llanto como el zureo
de las palomas del jefe de estación
cuando las despertó el bombardeo.
Sus cuerpos se distendieron
empezaron todos a gimotear,
era en conjunto un llanto mas humano
por temor de lo que les iba a pasar.
Llegó a la estación una activista
que trabajaba en un circo
y en sus ratos libres se dedicaba
a detener el avance enemigo.
Portaba en sus manos una bomba,
buscaba un patriota valiente
que quisiera volar un tren cargado
con pólvora que se dirigía al frente.
Causó una grata impresión en Milos
se produjo un intercambio de favores
el se ofreció voluntario para la voladura
ella consiguió hacerlo un hombre.
EL DESENLACE
Se acercó el factor a la pizarra negra
en la que apuntados estaban
con tiza todos aquellos trenes
que tan rigurosamente vigilaban.
Se asombró Milos de su propia fuerza
y de la extrema preocupación de Hubicka
pendiente de cumplir su
tarea
y sin querer salir de la cabina.
Nunca tuvo Milos la cabeza tan despejada,
era como si le estuviera acariciando su madre,
cuando de niño le acosaban pesadillas
y ella hacía que se le olvidasen.
Debía concentrarse en acertar
desde el semáforo el vagón del medio
para que todo volase por los aires
y ver el humo tiñendo el cielo.
Se reprochaba no haber pensado
en todo esto hace mucho
tiempo,
porque habían atropellado a su abuelo
cuando avanzaba solito
contra ellos,
sólo, contra todo un cuerpo de ejército,
solo, con los brazos extendidos,
y la idea de que diesen la vuelta
y volviesen por donde habían venido.
El espíritu del abuelo seguía empujando
a tanques, soldados y cuerpos del ejército
hacia el corazón de Alemania, allí donde
los empujaban los ejércitos soviéticos
Levantó el semáforo y la señal de entrada
en cambio la de salida la dejó en rojo,
sacó el aparato, giró las ruedecillas
como si enfocara una máquina de fotos.
El factor tenía ardiente la mirada
y le dio la mano húmeda y fría,
salió al cobertizo exterior y caminó
pensativo a lo largo de las vías.
La luna salió tras una nube de nieve
y en la noche helada brillaron los campos,
volvió a oír el tic tac persistente
de todos aquellos cristales congelados,
como si la manecilla de un segundero
dentro de cada uno de ellos se moviese,
subió al poste del semáforo,
paso una nube
dejando un rastro de finísima nieve.
La locomotora entraba en la estación,
silbaba lastimeramente pidiendo paso,
la luz roja se convirtió en verde
sintió levantarse el brazo del semáforo.
Pasó la locomotora cubierta con lona
para que los aviones no vieran cuando el fogonero
echaba carbón, después los vagones
restantes eran bajos y
abiertos.
Vio en ellos las cajas de pólvora
colocadas sobre capas de paja,
tres, cuatro, cinco vagones, fue contando
la luna estaba tapada,
seis, siete, ocho, nueve,
la nieve impedía la visión
de la locomotora por delante
ni por atrás se avistaba el último vagón,
once, doce, trece… lanzó el aparato
con calculada precisión
como si tirase a un arroyo claro
la mas linda y hermosa flor.
Hasta que la nieve lo borró por completo
siguió mirando aquel vagón,
esperando el momento de la catástrofe
como un concienzudo cazador.
Salió un largo haz de luz del vagón último
Milos sacó el revólver y vio
justo debajo de donde se encontraba
como relampagueó el extremo del cañón.
Disparó y al mismo tiempo
disparó alguien desde la garita,
una linterna cayo al suelo
y siguió alumbrando el firme de gravilla.
De la garita del tren fugitivo
alguien cayo junto a ella,
fue deslizándose poco a poco
hasta parar junto a la cuneta.
Sintió un dolor en el
hombro
el revólver se le cayo de la mano
de un clavo se enganchó su abrigo
y acabó colgado boca abajo
Veía el tren alejarse, ya estaba
todo el en la curva y se mostraba
con las ruedas hacia arriba
como si anduviera
por el cielo de la
noche blanca
Contempló en la cuneta al soldado
acurrucado, hecho un ovillo
la nieve caía sobre su cabeza calva
porque su gorra había perdido.
El abrigo de Milos se rasgaba poco a poco
y sintió su sangre que bajo la camisa,
le iba resbalando hasta la garganta
cayo sobre el negro suelo
de gravilla.
Se llevó la mano a la boca
al toser escupió sangre y sabía
que aquel soldado le había perforado los pulmones
y Milos a él, seguramente
la barriga.
Después rodó hacia la cuneta
justo al lado de aquel combatiente alemán,
que yacía de costado, y sin moverse
había comenzado a desfilar.
Era como si marchase en formación,
con sus pesadas botas arrancaba la nieve,
hasta llegar a la hierba y a la tierra helada
gemía mientras se sujetaba el vientre.
Repetía una sola palabra: mutti mutti mutti
Milos lo miraba y sabía que el soldado
no llamaba a su madre, sino a la madre
de sus hijos porque era calvo.
Lo único que podía esperar
era que el tren saltase por los aires
sabía que si no moría del disparo
y le encontraban los alemanes
le fusilarían como era su costumbre
entendió que estaba destinado
a una muerte muy diferente
de la que hace meses había intentado.
Llegó el momento que había esperado
una columna de humo ascendía al cielo
la operación de la voladura
había terminado con éxito.
El soldado seguía marchando moviendo sus botas
era como si nunca lograra llegar,
la muerte hacia la que marchaba estaba lejos,
a él tampoco le iban a
ayudar.
Se dio Milos la vuelta y con los codos
se arrastró hasta las botas del soldado
las abrazó con su cuerpo, pero las piernas
se movían tanto que se le soltaron.
Le ató las botas con un cordel
sus piernas se pararon por un momento
dando tirones rompieron la cuerda
y siguieron haciendo rayas en el suelo.
Le susurró al oído: ¡Ruhe!...silencio...
apuntó con el arma a su maltrecho corazón
apretó el gatillo, su chamuscado uniforme
olía a lana quemada y ardiente algodón.
Pero el soldado seguía llamando a su esposa
y su marcial paso aún mas rápido marchaba
como con prisa por llegar al domicilio
donde lo espera su enamorada.
Brillaba en el cuello del soldado
una cadena blanca de plata,
con un colgante que aprehendía
gritando con voz aún mas alta.
Era un trébol de cuatro hojas
de los que traen fortuna y bonanza,
pero para ese pobre soldado herido
la suerte ya estaba echada.
Le puso el cañón del fusil en el ojo
disparó, y vio que sus piernas paraban
que posición tan rara la suya
abrazados
y mirándose cara a cara
Acostado
sobre él, Milos sentía
como
penetraba en el soldado la calma,
y
el silencio, como se detenía todo
como
una máquina al terminar la jornada.
Se
habían disparado el uno al otro
y
uno a otro se habían matado,
si
las circunstancias hubieran sido otras
si
de civiles se hubieran encontrado,
se
hubieran caído bien el uno al otro
es
probable que hubieran simpatizado
todo
es posible con los corazones juiciosos...
con
el alma tranquila y los odios aparcados
Fue
el suyo un granito de arena
en
mitad de un gran desierto
pero
nunca los sacrificios son vanos
y
el país logro liberar su pueblo
Luchó
Milos por un ideal
y
pereció en el intento
caro
precio debió pagar
por hacer realidad un sueño