Infatigable. Otro adjetivo que unir a los ya aludidos hacia nuestra Pilar. Nunca nos dejes de sorprender y un millón de gracias por demostrar que si se quiere, se puede. Por supuesto que se puede y de hecho queremos leer tu versión sobre la novela. Y por cierto, no nos da nada de pudor. O tal vez sí...
PUDOR
Una historia sobre la intimidad
sobre los deseos y los miedos
que no confesamos ni siquiera
a quienes más queremos
Para que no nos hagan daño
nos protegemos con mil secretos
que nos hunden hasta lograr ahogarnos
abatidos por la soledad el aislamiento
SERGIO
El primer fantasma que vio Sergio
fue en el hospital, cuando murió su
abuela,
mamá le había dicho, que con cuidado
podía en la cama jugar con ella,
con su colección de muñecos
o hacer una guerra de escupitajos,
quiso jugar a la invasión de los robots
se le fue la vista hacia los aparatos
a los que estaba unida la anciana
por tubos delgados y largos
que penetraban en sus narices
y se perdían tras sus labios,
la botella sería el depósito de energía,
el aparato el tablero de mandos,
los tubos los conductos de circulación,
subió a la cama emocionado,
sentado sobre la abuela
surcó galaxias y sistemas planetarios.
Comprobó que la abuela estaba dura
como el metal antigravitacional,
apareció un fantasma por la puerta
con
el pijama abierto por detrás.
Una cicatriz le subía hasta el cuello,
el
suero en su mano llevaba,
olía a rancia medicina
y a carne putrefacta.
Sergio fue hasta el río con Yasmín
arrancó la cola a una lagartija,
apareció luego un escorpión
el niño no lo perdió de vista,
prendió un círculo de fuego a su alrededor
el animal no encontraba salida,
levantó en aguijón y se pico la cabeza
para no quemarse o morir de asfixia.
Había entre los matorrales dos fantasmas
un chico que se encontraba de pie
y la chica con uniforme escolar
estaba de rodillas frente a él.
La
pinga se le puso dura,
cuando vieron a Sergio, se detuvieron,
al principio parecían asustados
pero luego maliciosamente sonrieron
LUCY
Los hombres cuentan chistes en el
velatorio,
las mujeres lloran con la pena agotada
liberándose de las últimas lágrimas
que guardaban pero sin desperdiciarlas,
no fueran a quedarse sin reservas
para otro muerto que las necesitara.
Al día siguiente preparó el desayuno
despidió a los niños con besos,
plancho las camisas de su esposo
le recordó su consulta con el médico.
Se cerró en el baño y rompió a llorar
observó como le colgaba el pecho
las oscuras bolsas bajo sus ojos
apartó la mirada del espejo.
Encontró una nota en su bolso:
“quiero lamerte desde las piernas al
cuello,
quiero que seas mi puta privada,
en el mercado a las 11,30 te espero”
Deslizar notas en el bolso de una casada
es la perversión de un enfermo
¿habrá sido algún amigo de la familia?
Barajó la posibilidad de que fuera
Alfredo.
ALFREDO
Hacia un gran esfuerzo en concentrarse
en lo que el médico le está diciendo,
sus palabras parecen bruma difusa
que va lacerando tus huesos.
Le habría gustado al salir de la consulta
ser esclerótico como el abuelo
para confundir las memorias mas dolorosas
para no tener malos recuerdos.
Solo disponía de seis meses,
le asombró su serenidad y su apatía,
se le hacía difícil tener que contarlo
ni él mismo tenía claro lo que sentía.
Compró tabaco y wisky
llevaba dos años sin fumar
pero dadas las circunstancias
ya todo le daba igual
MARIANA
Le dolía la tripa y saltó el potro,
perdió las gafas al caer al suelo,
cuando Kati se acercó a ayudarla
quiso fundirse con el pavimento.
Le aterraban las duchas comunes,
sus compañeras tenían pechos,
unos glúteos redondos y turgentes
y chuchas con abundante pelo.
Vio tres manchas rojas sobre su calzón
le cautivó Kati con su sonrisa
no era vergüenza, era pudor
ella prefería estar vestida.
Fue a casa de su amiga Kati
a llevarle un esmalte de unas negro
para poder subir a su cuarto
dice a Mari Pili que necesita un cuaderno.
Cuando dos mujeres son muy amigas
terminan por estar a la vez indispuestas,
sellaron su amistad con esmalte negro
y con la sangre de sus reglas.
Kati le entregó por error su diario
Mariana durmió abrazada al cuaderno
su corazón alborozado la cunaba
con su incesante y tenaz golpeteo.
ABUELO
Había dejado de servir para querer,
luego dejó de servir para trabajar,
mas tarde, para tener una casa,
ahora no sirve ni para recordar.
La mayoría de sus mayores
habían ido desapareciendo,
el rostro de una mujer en el parque
estaba surcado por el tiempo,
hasta los ojos y la lengua tenía arrugados
un tic en la mano era su único movimiento,
como si pasase las cuentas de un rosario
mientras fijaba la vista en el cielo.
Antes no desperdiciaba un pedazo de carne
si podía metía mano a las chicas,
ahora lo consideraban un síntoma
de Parkinson y le sonreían.
Iba aprendiendo a encontrar hermosura
en los huesos quebradizos, en las
cabelleras
que dejan adivinar el blanco ceniciento,
en la mujer frágil que si se toca se
quiebra.
La conoció en la tienda, se encontraban
en el residencial de vez en cuando,
en sus casuales encuentros, se sonreían
y
se quedaban charlando.
Ella pidió al abuelo ayuda
para desatascar su fregadero,
él dio un pretexto a su esposa
se encerró en el baño, se miró al espejo.
Su barriga se desparramaba,
tenía el pelo blanco y ralo,
le faltaban dos dientes y su pene
le parecía encogido y repantigado.
No había hecho el amor en años
acarició a la abuela acostada en la cama,
ella exhaló un murmullo de fastidio
y se envolvió en las sábanas.
Se imaginó a Doris quitándose
una ropa interior de negro encaje,
evocó con señoras de piernas abiertas
acariciando su vientre en el parque,
bajó la edad de sus fantasías
fantaseó con rubias de pechos
descomunales,
su pene siguió igual de flácido
su mente seguía sin impulsarle sangre.
Tiñó su pelo para su cita
vistió camisa de color melón,
un abrigo largo cubría su cuerpo
a pesar del sofocante calor,
parecía un viejo verde
en lugar de un fontanero,
el le llevó bombones,
ella hablo de su esposo muerto,
había participado en cuatro
golpes de estado y dos guerras,
para acabar muriendo en su casa
tras un resbalón en la bañera.
Desatascando el fregadero,
se había ensuciado la camisa,
ella se ofreció a lavársela
con la mas encantadora de las sonrisas.
Ella lo miró a los ojos,
el agarró su mano,
la tubería arreglada se puso
a soltar agua por todos los lados.
GATO
Reconocía el olor, se puso nervioso
sintió un impulso desconocido,
se preocupó, sabía que era malo
y trató de reprimirlo.
Arañó la alfombra en un esfuerzo
por resistir, pero no fue posible
rascó el sofá, se acomodó en él
y vació sus riñones sobre los cojines.
Tal vez el olor provenía
de aquellos monstruos de mármol
que Lucy compraba y aunque inmóviles
el sabía bien que eran malos.
Las luces se encendieron
cuando el trepó hasta la mesa,
calculó el impulso y brincó
sobre sus patas traseras.
Lucy ya no aguantaba al animal
decidieron que había que castrarlo,
con la jeringa colgando de su lomo
escapó de la mesa del veterinario.
Vio la puerta abierta llegó al ascensor,
dio otros cuatro pasos con cautelosos,
al fin libre, dueño de su terreno
se sintió tremendamente orgulloso.
Un montón de escaleras desembocaban
en una oscuridad desconocida,
temió no encontrar el camino de vuelta
y quedarse sin su comida,
sin un tejado sobre su cabeza
abandonado a su suerte, sin calor
se lamentó en la puerta de casa
con maullidos de desesperación.
MARI PILI
No trabaja para cuidar a sus niñas,
compra mucho, le cuesta masticar
después de cien mil operaciones
y de su liftin integral.
Las zonas mas flácidas de su cuerpo
se las había tensado o estirado.
por lo que llevaba semanas
comiendo solo alimentos blandos.
Tenía que dormir boca arriba
pues temía que algún ventarrón
formase un cráter en su mejillas
o le dejase la cara como un acordeón.
Nadie esperaba que fuese puntual
Lucy llegaría con de retraso,
pensaba que le daría risa descubrir
quien le esperaba en el mercado.
Vio a la vecina coreana con quien comparte
los conductos de ventilación del baño,
a menudo la oía haciendo el amor
a pulmón partido con su coreano.
Empezó a sentir con intensidad
las miradas del pescadero y verdulero,
la mirada lujuriosa del policía
subiendo de sus nalgas hasta el cuello.
Mariana ya es mujer, dice Lucy
la niña avergonzada abandona la mesa
-yo no puedo comer sal- dice el abuelo
no pienso probar las lentejas.
Se hizo el silencio
en el plato de Lucy cayó una lágrima,
mandó a Sergio a su cuarto
declaró la comida terminada.
Alfredo miró el cuerpo de su esposa
estaba bien proporcionada
a pesar de un principio de celulitis
y alguna estría despistada,
constató una vez mas no sentía
hacia ella un deseo de besarla,
podía amarla, verla hermosa,
pero era otra cuestión tocarla.
En la TV una mujer deprimida
lamentaba las manchas en su blusa
pero se mostró feliz y risueña
cuando un detergente la mostró impoluta
-ojalá hubiese un detergente
para las manchas de humedad de la tristeza
para las salpicaduras de la amargura
para olvidarme de mi condena-
El rodeó con el brazo a su esposa
ella tenía muchas cosas que contar,
no se movió mientras la soledad le
abrazaba
no supo por donde empezar.
Quizás a los hombres
también deberían castrarlos
pensó recordando a su gato sin nombre
en la consulta del veterinario
-Estabas deliciosa en la pescadería
pero ahora quiero ver mas
en la clínica San Felipe 3,45 p.m-
la volvió a citar
No se turbo, lo encontró divertido,
tal vez era un enfermo mental
pero llevaba demasiado tiempo
sin sentirse mirada de verdad.
Desde hacía años se maquillaba
solo para verse agradable,
se pintaba para disimular sus defectos
no para realzar sus cualidades.
Llegó a la clínica, recorrió los pasillos
sintió que tras una puerta la miraban,
sintió deseos de tocarse entró al baño,
metió su mano bajo la falda,
imaginó que no era suya la mano
la idea le dio mucho calor,
introdujo un dedo en busca
de la areola del pezón,
se
desabrochó la blusa impoluta
para tener una mejor visión,
su pecho era mas bello que nunca
suavemente lo acarició.
Le pareció al llegar a casa
que había desaparecido el asqueroso hedor,
mandó al niño a la cama temprano,
dejo al abuelo frene al televisor,
se quitó la ropa ante su esposo
mostrando los encajes negros de su calzón,
-¿Te gusta?- preguntó ella
-si- fue escueto en su contestación.
se acostó de espaldas a su esposa
no quería ver, los ojos cerró,
Ella le abrazó por la espalda,
acarició su entrepierna,
besó sus tetillas, su panza,
con los labios y la lengua.
Sintió como se endurecía su voluntad
sus suaves jadeos se incrementaban,
el la tomo por la cabeza y empezó
a marcar el ritmo que deseaba,
primero muy lentamente,
después un poquito más rápido,
luego la hizo trepar hasta
arrodillarse sobre su regazo,
buscó la entrada a la cueva
y una vez acoplados,
se imaginó que estaba con otras
ex novias, compañeras de trabajo...
era capaz de hacer el amor
con los pechos de una y el culo de otra,
con el vientre de una tercera
de pícaros ojos y ardiente boca,
concentrándose en cada momento
en el cuerpo que su imaginación elegía
el problema es que los coitos de Lucy
duraban mas que sus fantasías.
Pensaba entonces en cosas inocuas
para no terminar tan deprisa,
con Lucy al punto del orgasmo
se concentraba y se ponía al día
para llegar al final con ella
y acariciarla hasta que se dormía,
era su costumbre desde que se casaron,
normalmente ella lo abrazaba,
hoy no lo hizo y sintió Alfredo
que habían hecho el amor desde la
distancia.
Alfredo decidido sincerarse con Gloria
mientras en el baño se masturbaba,
sus tetas seguían siendo horribles
pero sus ojos desprendían confianza.
No se atrevió a contarle nada,
por lo que cogió la guía telefónica
y marcó u número al azar
la voz resultaba acogedora:
-me voy a morir, me llamo Alfredo-dijo-
- respondieron: se equivocó de número,
-me quedan seis meses de vida, insistió
-lo lamento, lo siento mucho-
Al día siguiente tomo las manos de Gloria
entre las suyas, las acercó a sus labios,
ella las retiró azorada y temblorosa
y salió acelerada del despacho.
Luego, mientras hacia el amor con Lucy,
esas manos se repitieron
en su mente mas que cualquier
otra parte de cualquier otro cuerpo.
Decidió hablarle a su esposa
pues lo que el necesitaba era llorar
y eso era algo que no podía
hacerlo frente a nadie más.
Lucy se maquillaba en el baño
le pidió el perfilador del bolso.
su contenido rodó por el suelo
él
lo fue recogiendo poco a poco
llevaba lápiz de labios, toallitas
lapicero, agenda y espejo,
novelas de corazón, jabones
y una nota abierta en el suelo:
-Tus tetas no se van de mi cabeza,
ahora que vas a enseñarme?
Sushi bar, domingo
12,30 p.m...
¡su mujer tenía un amante!
Recordó su aventura con Mari Pili
meses antes de su aumento de pecho,
ella se negó tras su cirugía
a desnudarse delante de Alfredo.
Intentó recuperar su matrimonio
tras mil operaciones hoy lucía perfecta,
pero el imbécil del marido
pagaba los gastos sin apreciar su belleza.
En un aparte, interroga a Mari Pili
quiere saber si es buen amante,
él dice que cree que su mujer le engaña
ella le contesta que va a divorciarse.
Volvió a ver a la mujer en un banco,
tiro sus pastillas para que la enfermera
tuviera que volver a casa a por otras
él se levantó, se dirigió hacia ella.
Les separaba una distancia enorme
él temió no llegar a tiempo,
como odiaba la exagerada lentitud
que le imponía su decrépito cuerpo.
Saludó a Doris como viejos amigos
pidió permiso para visitarla,
la enfermera informó al abuelo
que Doris estaría encantada,
sobre todo ahora que iban a llevarla
a la casa de reposo “Mis mejores años”
ella le miro, pero sus ojos
parecían atravesarlo.
Lucy entró a un cajero y se acercó
sonriéndole a la cámara,
bailó, moviendo sus caderas
se mordió los labios ruborizada,
se desabrochó la blusa,
coqueteó con la pantalla,
se dio la vuelta, balanceó el trasero
como irreverente colegiala.
Mariana encontró a Javier y a Kati
besándose en la discoteca,
las manos de ella rodeaba su cuello
las de él, en el culo de ella.
Se quedó el resto de la fiesta llorando,
Kati, a lo suyo... ni se dio cuenta,
Javier era un imbécil, pero “para eso”
no precisaba de su inteligencia.
Mariana sacó la navaja de afeitar
cerró los ojos, la acercó a su muñeca
se sentía incapaz de presionar,
la salvó alguien que llamó a la puerta.
Sergio sintió que lo llamaban de la cocina
encontró unas pantuflas y medias viejas,
una bata roída por el tiempo
al instante reconoció a su abuela.
Ella avanzaba con el dedo
apuntándole a él en silencio,
sintió miedo y fue a esconderse
detrás del sillón del abuelo,
quien nada mas verla le dijo:
-¿donde diablos te habías metido?
he conocido a una mujer en el parque
que va a vivir en un asilo.
Te has portado muy mal conmigo
ni siquiera estás ahora para aconsejarme,
ya no soy el hombre de la casa,
sin ti, no soy el hombre de nadie.
Voy a tomar mis propias decisiones
me iré con Doris, porque tu no estás,
no quiero ni una queja ni una protesta
tuviste tu oportunidad,
yo te quiero muchísimo
pero esto ya no puede ser,
si no me llevaste contigo
cuando te fuiste, ahora déjame-
La abuela acercó su boca llena
de
tubos a las canas del abuelo,
le dio un beso en mitad de la calva,
una velada caricia, y se marchó luego.
El anciano sacó los folletos
de la casa de reposo “Mis mejores años”
las tarifas en última página
informaban de que no era muy caro.
-Algo he hecho mal, pensó Lucy
para que el abuelo quiera marcharse-
pero en su interior no tenía
tiempo para sentirse culpable.
Fue a su cita del bar Sushi
enseguida sintió la mirada
entró al baño, cerró con pestillo
en el water se quitó la falda,
se observó el sexo en el espejo
cubierto por una selva negra rizada,
deslizó la mano por su entrepierna
y comenzó a frotarla.
Le hubiese gustado tener
una lengua muy larga
para llegar ahí abajo
para invadir sus nalgas.
Diez minutos después
salió del baño, y pago en la barra,
camino de casa sintió de nuevo
en su nuca una ardiente mirada.
Hasta esta mañana, Alfredo
nunca había espiado a su mujer,
armado de chandal y zapatillas
dijo a Lucy que se iba a correr.
Esperó a que saliera de casa
se refugió en un cajero
dio un susto de muerte al cliente
que estaba operando dentro.
Un policía se le acercó
al verlo escondido tras un seto,
le pidió la documentación
creyéndolo un vulgar ratero.
-sigo a mi mujer para sorprenderla
está en el bar, y creo que me engaña-
Lucia salió sola de la cafetería
Alfredo tomó el camino de casa.
Mariana imitó la letra de Kati
practicando en sus propios cuadernos,
engalanó el diario de su amiga
con corazones flores y besos.
Escribió: -nunca olvidaré este día
que he pasado con Mariana,
tal vez ella corresponda a mi amor
sueño con tocarla toda y besarla-
Fue a casa de su amiga, la recibió
Mari Pili con los ojos hinchados,
le entregó el cuaderno advirtiéndole
que no lo abriera, que era privado.
Se sentó la madre en el salón,
en la mesa de cristal miró sus párpados,
abrió el cuaderno de su hija
recostándose contra el respaldo.
Se sintió satisfecho al cerrar su maleta,
no le había costado mucho,
mientras la hacía se había sorprendido
de las pocas cosas que tenía en el mundo.
Vio a Doris sentada en un banco
el se acomodó en el extremo,
le dijo: -creo que metí la pata
aquel día con el fregadero,
solo quería impresionarte
y en verdad quedé ridículo,
a pesar de los años pasados
necesitaba decírtelo-
Pasó con ella la tarde entera
contándole su vida y sus pasatiempos,
sus aficiones sus programas favoritos,
sus temores sus desasosiegos.
Dijo que se quedaba a vivir allí
quisieron prepararle un cuarto,
-dormiré con Doris- dijo a las
enfermeras-
el cuarto no será necesario,
dejémonos de bobadas cariño,
dijo a Doris con su mejor sonrisa,
las enfermeras lo miran indulgentes
y avisan a la familia.
Se negó el abuelo a salir del asilo
tendrían que usar la fuerza para sacarlo,
se puso su pijama de franela
y le prepararon un cuarto.
Sergio informa a Jasmín:
-vamos a ver tu muerto-
calcula como entrar en la casa
ella le dice que no tiene huevos,
él se bajó el pantalón para que viera
que los tenía bien puestos,
ella se sube la falda, se baja el calzón,
se sienta con los muslos abiertos,
comprueban que ella no los tiene
parece que se los arrancaron,
dejando en su lugar tan solo
una cosa horrible colgando.
-¡Ahora solo quería ver tu cara!-
Lucy llegó a la juguetería y entró,
pidió un zumo, apareció un hombre
le dio un vuelco el corazón.
No tenía nada especial
se sintió decepcionada,
sus ojos se cruzaron, saludo con la cabeza
cuando él levantó la mirada.
Subía y bajaba sus dedos por la pajita
arriba y abajo, como si la masturbara,
-¿Eres tu verdad? -preguntó ella
le resulto desconcertante su mirada-
Se fueron juntos, el la besó,
su lengua parecía mas ancha que su
espalda,
a rastras la metió en un edificio
en el cuarto de la instalación del agua.
Sintió sus manos succionando sus nalgas
aguantó sus dientes mordiéndole el cuello,
su lengua en el lóbulo de su oreja
y sus labios lamiéndole el pecho.
La hizo arrodillarse hasta tener su boca
a la altura de su bragueta,
para cuando quiso resistirse el ya estaba
embutiendo su miembro en la boca de ella.
Era más nervudo que el de su esposo
mucho mas gordo y olía peor,
el miembro empezó a ponerse flácido
cuando ella se resistió:
-Chúpamela, puta de mierda-
ella no quería ni mirarlo,
ya no se veía como un mástil erecto
sino mas bien un fofo colgajo.
Corrió a casa, vomitó,
saco de su bolso el espejo
- lo que te ha hecho ese maricón
yo nunca te hubiera hecho
yo solo quería mirarte-
-decían las letras del espejo-
mañana
en la farmacia San Felipe
las
7,20 te espero-
Alfredo no sabía como saludarla
cogió con las manos sudorosas,
el clavel y la nota de su escritorio
“para mi jefe con afecto y aprecio Gloria”
Tomaron un café tras la jornada,
el silencio se hizo largo y espeso,
el
ventanal daba al mar, su color
se confundía con el del cielo.
Le agradeció que no se hubiera enojado
y le pareció un buen momento
para contarle que le quedaban 6 meses,
cada día un poquitito menos.
Sus bocas estaban cercanas
él sintió el calor de su respiración,
y como si sonasen mas fuertes que las olas
escuchó el latido de su corazón.
Se besaron, fueron al hotel
que frecuentaba antes con su esposa,
cuando se acostó sobre ella
sintió espasmos de nervios en Gloria.
Le preocupaba lo que pudiera pensar
de
ella, pero quería hacerlo,
lo montó sobre ella con desesperación
temiendo perder la excitación por los
nervios.
No pudo detenerla. ella se acostó
y
lo arrastró encima de su cuerpo,
nada abultaba en su delantera
bajo el calzón que aún llevaba puesto.
Se frotó contra ella para comprobar
si el roce surtía algún efecto,
visualizó revistas pornográficas,
llevó la mano de ella hasta su miembro,
la lujuria y la intensidad de las caricias
no hicieron reaccionar su cuerpo.
Pensó en llamar al servicio de
habitaciones
y pedirles una erección,
ella se detuvo decepcionada
él avergonzado, se disculpó.
Ella quería hablarle de sus maridos
y sus amantes intermedios,
ella creía en el amor profundo,
él quería quitársela de en medio.
Quiso ella volver a jugar,
se sentó sobre él con los pechos colgando,
el pensó que alguna de esas tetas
podría caerse y hundirle el cráneo.
Lo vio triste y quiso animarlo
bailando insinuante y desnuda,
se deshizo de ella cariñosamente
cuando trató de meterlo en la ducha.
No podía sincerarse con Gloria
pues de forma inesperada y repentina,
su secretaria se había convertido
en una más de su familia.
Eran como cuchillos afilados
los ojos de Kati odio destilaban,
sintió cosquillas cuando en el baño
le llamó ante todos lesbiana.
Le acuso de estar enamorada de ella,
y de que se moría de las ganas,
de que le ella tocara la chucha
aunque fuera de una patada.
En un momento las rodearon
al fragor de la batalla,
Kati con increíble encono
pateaba el cuerpo de Mariana.
Ayudada por dos amigas intentaron
meterle en la taza la cabeza,
oyeron llegar las monjas la dejaron
arrodillada y de escupitajos cubierta.
Se limpió la sangre, los mocos,
Mariana ideó la peor venganza,
se acercó a Javier olvidando
la repulsión que le inspiraba.
Quiso tomarse con el una cerveza
fueron a beberla cerca de su casa,
el le tocó la pierna ella no se resiste
prácticamente ni hablaba.
Le mete la mano bajo la blusa
apesta a tabaco y alcohol,
le da un beso pegajoso y baboso
y le pide que le ponga el condón.
Javier se agitaba con fuerza
haciendo moverse el coche entero,
ella sintió por dentro un desgarro
como si le inyectasen fuego.
Él terminó en 30 segundos
ella le arrancó el condón,
lo anudó para conservar el semen
y en un sobre lo guardó.
Escribió una nota para Kati
-”si le ofreces a un chico tirar
no importa lo atractiva que seas
dirá que sí... aceptará”
Dejó el sobre en la casa de su amiga
se dio una ducha entera y humeante,
el agua arrastraba los líquidos de Javier
vio su calzón sucio de sangre.
El olor venía de todas partes
como transportado por la niebla,
bajó las escaleras sin marearse
divisó la calle, traspasó la puerta.
Encontró la fuente de sus desvelos,
era una gata negra y blanca
de aspecto atigrado, que en un jardín
contra el caño de riego se frotaba.
Entre ronroneos y gemidos
ella lo provocaba
apretando sus cuartos traseros
contra cualquier saliente que encontraba.
La acechó como si fuera una presa,
era hermosa, pero estaba acompañada,
un gato persa la miraba con lascivia
le ponía ojitos y maullaba.
Primero había que vencerlo a él,
se acercó a su rival a pecho descubierto,
el persa saltó primero, el lo recibió
con las patas delanteras y le mordió el
cuello.
Se tronzaron, se arañaron,
por
el suelo rodaban
le hizo huir, ahora tendría
que enfrentar el escollo de la gata.
Logró saltarle sobre la cola
pero no logró capturarla,
ella lo rechazó de un zarpazo
atacó de nuevo por la espalda,
trataba de mantenerla quieta
forzándola con las patas,
con un fino trabajo de puntería
consiguió apaciguarla.
Fue una operación compleja
que le llevó bastante tiempo,
ya ahí, se meneó unos segundos
y sintió un placer inmenso,
cálido como la alfombra del baño,
atrayente como el sillón del abuelo,
la aventura valió la pena, el proceso
duró tres minutos y medio.
Ella se dio la vuelta
le arrasó la cara de un zarpazo,
se ensañó con las heridas que tenía
hasta doblarlas de tamaño.
Le mordió el cuello y el lomo,
el huyó hasta el límite de sus fuerzas,
recuperó el aliento, lamió las heridas
que alcanzaba con su lengua.
Pensó que si volvía a cruzarse
con esa gata se la tiraría de nuevo,
la mordería hasta que aprendiera
a ser sumisa y demostrarle respeto.
Luego entendió que lo primero
era encontrar el camino a casa,
tras su huida, no tenía
ni la más mínima idea de donde estaba.
Sobre la cama del viejo había goteras
la alcoba
no tenía ventanas ni baño,
sus compañeros de cuarto eran
uno alto y gordo, otro enano.
Guillermo y Eugenio se presentan
eran tremendamente simpáticos
Sinesio, flaco y bajito
tenía cara de amargado.
Paseó con Doris por el jardín,
mas los comedores estaban separados,
el administrador le habló con suavidad
y modales amanerados.
Pero él se mantiene firme:
-¡le digo que de aquí no me voy!-
será necesario que su familia
respalde su decisión.
Tratan de sacarlo a la fuerza
al verlo sus compañeros,
tratan de echarle una mano
Sinesio temblando se tira al suelo.
Quiso hablar pero sus músculos
no querían acompañar el esfuerzo,
el viejo se convulsiona
llaman con urgencia a un médico.
Cierran los tres la puerta del salón,
arriman un mueble para bloquearla,
trabaron ventanas pegaron en ellas
carteles que decían : zona liberada.
Al ver a sus amigos a salvo
Sinesio recobra la calma
gruñó, se fue a su cuarto
sin pronunciar ni una palabra.
Llegó Lucy a la residencia, el viejo
le
asegura:- no se está mal acá
si tienes el control de la tele
este puede ser un buen lugar,
es duro lo que quiero decirte,
pero es hora de que se independicen de mi
hay que asumir llegado el momento
que la vida es así-
Lucy secunda el motín
se declara rehén y advierte:
-cumplan sus exigencias
están armados, hasta los dientes-
A cambio de Lucy quieren a Doris
el centro cede a su chantaje
porque en la puerta de la sala
las visitas empezaban a acumularse.
Para evitar mas publicidad negativa
llevaron a Doris a la sala de visitas,
Lucy se despide de sus compinches
con besos abrazos y risas.
Estaba feliz porque esa noche
por primera vez en muchos años
el abuelo pasaría la noche
con un cuerpo caliente al lado.
-Lo nuestro no puede ser- dice
Alfredo
mi matrimonio quiero salvar-
Gloria con la cabeza gacha responde:
-te denunciaré por acoso sexual.
Sabía que lo nuestro sería breve
un superhombre yo no buscaba
te resultó fácil convencerme
total, solo soy tu empleada-
Ella queda sollozando
cuando él se levanta y se marcha,
llamó a la casa de su jefe
para vaciarse de rabia.
Lucy parecía en otro mundo
cuando Alfredo llegó a la casa,
le dijo con reproche mudo
que había llamado su secretaria.
-sabe que te gustan los sandwich
después de hacer el amor,
conoce cada lunar de tu cuerpo,
el color de la ropa interior
que
tu estúpida mujer te compra,
la que tú te pusiste ayer,
que la llevaste, donde a mi me llevabas
me confesó el nombre del hotel-
Alfredo le pide el bolso
del que empieza a sacar papelitos,
escritos con la misma letra
estaban en diferentes bolsillos,
en el neceser cosmético,
en un compartimento de la agenda,
eran miles y en voz alta
Alfredo comenzó a leerlas.
Se repetían muchas veces palabras
como culo, chucha o tetas,
Sergio estaba aterrorizado
Mariana sentía vergüenza.
Lucy seguía llorando, Alfredo
continua: -y con él te encuentras
como una perra mientras tus hijos
con sus amigos juegan.
¿Quien te escribe estas cartas?-
-¡Yo! Gritó Lucy afligida
la letra podía parecerse
Alfredo reconoció la tinta
de la preciosa pluma que ella
le
regaló en su último cumpleaños,
que en un cajón tenía guardada
y jamás había utilizado.
Trató de acariciarla, pero se zafó,
él esperó que se calmara,
le rozó las mejillas frías,
le acarició la espalda,
le rascó la cabeza como le gustaba,
secó las lágrimas y los mocos,
el maquillaje corrido formaba
garabatos grotescos en su rostro.
Él le pide otra oportunidad
afuera, la niebla se disipaba
el quiso decirle que su bomba
desde hace días estaba activada.
Iban a ver al muerto del 4B
en la azotea, Sergio salto la baranda,
espérame en el rellano yo te abriré
la puerta desde dentro de casa.
Se agarró a la cornisa
bajando de espaldas,
buscó apoyo en el balcón del 4º
trató de alcanzar la balaustrada.
Esta cedió por el peso
Sergio sintió que volaba,
a pesar de que su pierna
en el balcón estaba enganchada,
logró trepar con las dos manos
y llegar a la terraza
empujó la puerta, parecía tragárselo
el vaho procedente de la casa.
Corrió a abrir a su amiga
afirmo: el muerto no se baña
era gordo, ojos hundidos en el cráneo
estaba tirado en la cama.
Era mas feo que su abuela
Yasmín estaba fascinada,
como habían visto en las pelis
buscaron toallas y le cubrieron la cara.
Se montaron sobre sus piernas
los brazos del cuerpo parecían alas,
la cola de la nave diseñaron
poniendo libros sobre la cama.
Tenían teletransportador, cañones láser,
empezaron a navegar por el espacio,
al entrar en hiper velocidad los fantasmas
de Sergio fueron llegando.
Ellos se ocuparon del plan de vuelo,
la abuela se ocuparía de la cocina,
la tripulación interplanetaria
finalmente ya estaba lista.
Sergio era feliz rodeado de sus amigos
de sus juguetes y compañeros,
sabia que era era aquella una despedida
comprendía que los iba a echar de menos.
Mariana
pasó por casa de Mari Pili,
su marido metía en el coche sus maletas,
vio al gato destrozado y sucio
cojeando de las patas traseras.
Cuando intentaba cogerlo corría
mas que un coche de carreras,
apareció su amiga Kati
le ayudó a atrapar su presa.
Rieron aun sin mirarse a los ojos,
siguieron acariciándolo mientras
la oscuridad se iba y clareaba
el cielo sobre sus cabezas.
Un rato después sus dedos
se rozaron por casualidad,
sobre el lomo herido, sucio
y ensangrentado del animal.
Le llamaron Rocky fue recibido
como un héroe en la casa,
le permitieron conservar sus atributos
y dejarse las uñas largas.
Si se ponía melancólico o triste
se acurrucaba en el sillón,
con la vista siempre fija
en la pantalla del televisor.
Aparecían entonces reflejada la familia,
Mariana se mostraba atenta y servicial
y presentaba a la familia
a su novio formal.
Todos juegan a las cartas
o se preparan para la cena,
Sergio lleva a casa a sus amigos
a tomar leche con galletas.
El abuelo cuenta sus aventuras
y todos escuchan, hasta la abuela,
los padres se besan en público
Sergio les da una reprimenda.
Rocky tenia libertad para subirse
a las piernas de cualquiera,
toda la familia le acariciaba el lomo
y le rascaba la cabeza,
competían para darle trozos pescado
fresco y jamón de verdad,
en lugar de ese pienso reseco
de comida artificial.
Se dejaba entonces ganar por el sueño
y desaparecía la pantalla,
pensaba que era mejor no verla
fingir que allí no se encontraba,
olvidar sus incumplidas apetencias
a fin de cuentas el oscuro reflejo,
solo mostraba fantasmas
y no es bueno creer en ellos