Fiel a su cita (y a la nuestra) Pilar nos deleita con esa facultad de síntesis que nos tiene admirados y nos expone su peculiar resumen de la fabulosa obra que leímos el pasado mes.
Muchas gracias y muchas veces.
CAPITÁN DE ALTURA
La verdad se encuentra escondida
en
un pozo, sin un triste velo
que cubra las partes vergonzosas
e indecentes de su cuerpo.
Precedió a la llegada Capitán de Altura
un clima hecho de tragedia y misterio,
como si el destino preparara a la gente
para acontecimientos venideros.
Desapareció Zé Cajinquinha
rumbo al sur, dejando a Dondoca
mulatona de carnes prietas
sin
dinero castidad ni honra.
El Meritísimo juez Alberto Siqueira
da orden de búsqueda al Don Juan,
olvidando que está jubilado y carece
de comisario a su orden, ni fiscal.
El juez la sienta en su regazo para
aconsejarla, le acaricia las mejillas,
pellizca su brazo mientras le reprende
ella se deshace en lágrimas arrepentidas.
En una palangana de agua caliente
con la camisa remangada,
para curar a Dondoca de resfriados
y gripes el Meritísimo los pies le lava.
Las manos del improvisado médico
suben hasta las rodillas y adyacencias,
resulta emocionante ver a un hombre
ilustre
gloria bahiana de la jurisprudencia,
arrodillado ante una joven de pocas luces
y
ningún caudal... mulatona suculenta.
Doña Ernestina, su esposa, mantecas al aire
120 kg derramándose en el lecho
exigía al meritísimo
un exagerado sobreesfuerzo
Él merece pequeñas contravenciones
a la rígida moral para compensarle
de sus penosas y muy pesadas
obligaciones matrimoniales
Mientras su esposa ronca la siesta
él
aprovecha para entregarse al amor
confiesa que solo experimenta por la
muchacha
un sentimiento paternal y protector
Dondoca comparte lecho con un escritor
a quien confiesa intimidades del
magistrado,
él quiere sacar la verdad entre tanta
polémica
y desenterrarla del pasado.
Tomaban los jóvenes precauciones extremas
hasta el punto de usar determinadas sábanas,
y cambiarlas por la noche antes
de que el juez llegara a casa de la mulata.
Ella se sentaba sobre su pecho
le besaba los ojos, y las orejas,
le mordía los labios para arrancarle
de la boca un trozo de fruta fresca.
Apareció el Meritísimo ante la puerta
dedo en ristre apuntando hacia la cama,
era el jurista la imagen perfecta
de la confianza burlada.
Tratando de ocultar su desnudez
Dondoca solloza junto a la ventana,
se acababan los bombones, las joyas,
los vestidos y la vida regalada.
Ocurrió que Doña Ernestina
descubrió en una carta anónima,
los paseos nocturnos de su marido
hasta la casa de Dondoca.
No le salvaron las gafas negras
ni el sombrero calado,
tuvo el juez que inventar una historia
para evitar el escándalo.
Matar a su hija y al amante
el padre de la chica había jurado,
inquieto por la reputación del escritor
se vio en la obligación de avisarlo.
El zepelín Ernestina quería pruebas
el juez se tuvo que arrastrar a sus pies,
suplicarle que volviera a compartir
el lecho de los mimos con él.
El escritor estaba encantado
no le cabía mas gozo en su pecho,
pues para caer en brazos de la madura
veraneante ya estaba dispuesto.
Ahora son tres en perfecta armonía,
el Meritísimo, Dondoca y el escritor,
charlando, amando, riendo
y viviendo con satisfacción
PERIPERI
Colorido de casas pintadas de azul
blanco,rosa, verde y amarillo,
grandes árboles en la estación y la plaza
veranos de aire festivo.
Su población fija es gente ociosa
unos son funcionarios jubilados,
otros comerciantes de negocios
que
ya están retirados.
Van a la ciudad una vez al mes
pierden el hábito de la corbata,
andan en pijama con calzones viejos
y
camisas desabrochadas.
Se aposentan en la estación
el paso de los trenes aguardan,
las mujeres charlan de sus problemas
recetas de bollos intercambian.
En la plaza se reúnen al caer la tarde
con
mecedoras tumbonas y toscos bancos,
discuten de política y recuerdan
los
sucesos del último verano,
y en la paz infinita de ese remanso
parece que el tiempo su hubiera parado
Cuando la muerte visitaba el pueblo
no se iba al terminar su macabra tarea,
se quedaba tendiendo sobre los jubilados
y sus esposas
su sombra gélida.
Los corazones se sentían oprimidos
como si la garra de la muerte los prendiera,
colándose en sus hogares
para comprobar
su resistencia.
Pasaba la muerte inadvertida en Bahía
desaparecía al
ejecutar su tarea,
entre tanta ansia y prisa por vivir
no había
espacio para ella.
En el pueblo era distinto,
allí el tiempo
se prolongaba,
los acontecimientos duraban sucediendo
nada los
apresuraba.
La muerte de uno de ellos
los mataba a todos un poco,
no salen de casa, se agravan su achaques
quedan cabizbajos y melancólicos.
En los meses de vacaciones Periperi
se llena de veraneantes
de comentarios sobre sucesos ocurridos
vive la gente los meses restantes
D. Adriano Meira, antiguo negociante
de materiales de construcción retirado,
sale de noche con su linterna
a espiar a los enamorados.
Al día siguiente proporciona informes
de circunstancias picarescas a los
jubilados.
que muy atentos no se pierden detalle
brillan sus ojos y se frotan las manos
El verano que precede a la llegada del
comandante
se producen dos escándalos
que tiñen el ambiente del pueblo
de un desenlace oscuro y trágico.
SUCESO PRIMERO
No se debe confiar en los horarios
aunque sean rígidos, como los militares,
Ruth, esposa del Coronel Miranda
se ahogaba de soledad por las
tardes.
Andaba necesitada de consuelo moral
era belleza de madurez lozana,
ojos de pestañas melancólicas,
cuerpo afligido bajo el sol en la playa.
Él se iba tras desayunar por la mañana
a la hora de cenar regresaba,
sin obligación de darle cariño y ternura
de cuidar de su cuerpo y de su alma.
El joven Paiva no vaciló en
sacrificarle
algunas horas de sus días ocupados,
abandonando paseos, fútbol, amigos
y hasta un prometedor noviazgo.
Burló el teniente la rigidez de sus
horarios
para sorprender a su mujer,
compró uvas, queso mermelada
y una botella de vino portugués.
Apenas atravesó el umbral, la criada
fiel a la casa desde hacía muchos años,
desapareció pidiendo socorro
como alma que lleva el diablo.
Con los paquetes colgando de los dedos
y la botella bajo el sobaco,
abrió de un puntapié la puerta
y contemplo al espectáculo.
El joven saltó del lecho y por la ventana
se plantó en la calle desnudo,
atravesó la plaza abarrotada de gente
como su madre lo trajo al mundo.
Los curiosos mas audaces pudieron ver
desnuda
a la esposa por la ventana abierta
dando al esposo explicaciones
clamando al cielo por su inocencia.
Hablaron a puerta cerrada, hicieron las
maletas
se marcharon esa misma noche
iban agarraditos y cariñosos
según testimonio de los espectadores
SUCESO SEGUNDO
Si no fuera por los sucesos trágicos
que envolvieron a la familia Cordeiro,
no hubiera podido Vasco Moscoso
comprar su casa a tan bajo precio.
Gozaban de situación holgada,
tenían cuatro hijas casaderas,
era aquella una casa de verano
con sólidos cimientos de piedra.
Rosalva inicia relaciones con un agrónomo,
Adelia, la mas joven de las cuatro,
se largó llevándose las ropas de sus hermanas
y a Arístides Melo, médico y
casado.
La abandonada esposa reclamaba a gritos
el marido que la joven le robó,
se decreta la quiebra del negocio paterno
Don Pedro Cordeiro se suicidó.
Cuando se supo que los bienes del suicida
se encontraban hipotecados
el agrónomo sopesando pros y contras
dejó a Rosalva rompiendo el noviazgo.
Don Adriano Meira iluminó con su linterna
a la mayor entreverada con un desconocido,
muy de madrugada en la playa
con el vestido alzado hasta el ombligo.
Huyó la familia del pueblo
las lluvias cayeron fuertes,
encharcando las calles arenosas
y encendiendo la imaginación de las
gentes.
Llegó la noticia de que se había vendido
la
casa de ventanas verdes,
la llegada anticipada de la criada,
abrió perspectivas en su curiosidad latente.
Responde ella con monosílabos,
rechaza el ofrecimiento de ayuda,
es mulata rezongona
de
pocas prosas y muy tozuda.
VASCO MOSCOSO CAPITÁN DE ALTURA
Llegó el comandante con chaquetón y gorra
clavada la mirada en el infierno,
tal vez recordando mujeres abandonadas
o a
sus marineros muertos.
Saca su cachimba adornada con senos
y
muslos desnudos de mujer,
empieza a contar mil historias
que
nadie se quiere perder.
Parece la sala el puente de un navío
tanto que
alguno al entrar se mareaba,
desapareció el piano donde Adelia
valses y polcas asesinaba.
Había una escalera de cuerda
colgando por la
ventana,
que siempre mantenía abierta
y conducía a la
playa.
Con diez años
ya era grumete
en un
destartalado carguero,
a los treinta y siete le nombran comandante,
era ya un viejo marinero.
Cambia a menudo de navío
porque quiere
ver nuevas tierras,
recorrer bajo banderas distintas
aventuras de amor y guerra.
En un marco hay colgado un diploma
de “Caballero de la Orden de Cristo”,
concedida por el rey de Portugal
por su
relevancia en el comercio marítimo.
Giovanni,
marinero a sus órdenes
pidió que si
moría embarcado,
hundieran su cuerpo en aguas de su país
para que su
alma tuviera descanso.
Que su cuerpo alimente a peces familiares,
que sus ojos
puedan mirar a lo lejos,
las costas de su país y hacia ellas
extender sus
brazos yertos.
¿Como quedarse en casa embozados
mientras el
comandante en su casa
relataba el maremoto y el naufragio
que sufrió en
las costas peruanas?
Con el telescopio partían de viaje
rompiendo la frontera del tedio,
conquistaban espacios siderales
en periplos
incansablemente eternos.
Dirigían el telescopio hacia las playas
viendo así con 800 aumentos,
los
detalles mas escondidos
de
los femeninos cuerpos.
Preparó el comandante una bebida
aprendida en el mar de Japón,
con la ayuda de la negra Balbina
la prepararon el el fogón.
Zequinha Curvelo prueba el brebaje
al final todos se van arriesgando,
hasta el abstemio Marreco empinó el
codo
y se transformó en parroquiano.
Se convierte en ciudadano importante
se hacen lenguas de su cordialidad
trata a todos como amigos
adinerados e indigentes por igual.
Conoció a una hindú en Calcuta,
a
una francesa en Marsella,
en Estambul a una turca,
y a
una rusa en Odessa,
locuras de amor, corazones rotos,
tantas mujeres en la soledad el navío
que
no tatúa en su brazo sus nombres
como hacen otros marinos.
Conserva fotografías, mechones de cabello
sugerentes piezas de ropa íntima
el
son cristalino de una carcajada
la emoción de una lágrima en la mejilla
-Se llamaba Dorothy, morena
delgada,
cabellos rebeldes cayéndole en el rostro,
piernas largas, boca inquieta
y cierta angustia en los ojos.
Viaja con su marido, un tipo deforme
solo preocupado por sus negocios,
indiferente a la belleza de su esposa
y a
la angustia que poblaba sus ojos.
Clavaba en mí sus ojos como si quisiera
adivinar mis pensamientos,
una noche la encontré en mis brazos
nos
juramos amor eterno,
enloquecí al probar su boca,
le
confesé que amarla no podía
mis ojos estaban húmedos
yo, que no había llorado en mi vida.
En mi expediente de cuarenta años
jamás cayó una pequeña mancha,
ella dijo estar dispuesta al suicidio
si
yo mi amor no le entregaba.
Se presentó en el puente de oficiales
en
camisón plenamente vaporosa,
toda envuelta de encajes
mal cubierta de carne ansiosa.
El cuerpo esbelto de Dorothy
corría entre ellos por la sala,
los jubilados embelesados
la
veían y la deseaban.
Presenté mi dimisión por cable
me
ofrecieron aumento de sueldo,
los armadores me suplicaban
porque mi nombre gozaba de respeto.
Me despedí
de la tripulación
desembarcamos en el primer puerto,
fueron dos semanas de delirio
y
absoluto desenfreno,
entregados al amor con una furia insensata
en
plena selva tropical,
escondidos en una pequeña casa
en
los linderos de la ciudad.
Las fiebres la mataron en dos días,
tatué su nombre en mi brazo,
juré no volver en mi vida
a
subir a un puente de mando.
Dorothy vientre febril
toda ella ardiente brasa
seguía paseándose silenciosa
entre los concurrentes de la sala.
El comandante la tomo de la mano
entró al cuarto de la criada,
la vieja Balbina se hace a un lado
y
les hizo un hueco en su cama.
Llegó junio con cortejo de lluvias,
se hacen novenas a San Antonio,
beben licor de jenipapo y hunden
sus
hocicos en platos sabrosos.
Se festeja San Juan y San Pedro
para dar el sermón se busca un padrino,
honra muy codiciada por todos
los habitantes masculinos.
Venía al pueblo el padre Justo,
decía misa por la mañana,
en las hogueras encendidas
tostaban maíz y asaban batatas.
Había fuegos artificiales
millones de chispas en el aire crepitaban,
subiendo raudas hacia la luna
como queriendo alcanzarla.
Chico Pacheco
mandó decir misas
y regaló un capón al vicario,
buscando que le nombrara padrino
pero el cura lo
rechazó este año.
Era el comandante Vasco Moscoso
el mejor de los
candidatos
el reverendo solo intentaba
mantener en paz
su rebaño.
Incluso las lenguas mas viperinas
no le conocen
al cura líos de faldas,
aparte de la moza que atiende
los quehaceres de la rectoral casa,
de suave y modesta belleza
como una imagen de santa.
Sintió un violento anticlericalismo
echaba pestes sobre el clero,
le recuerda anteriores regalos
promete donaciones cuando gane el pleito.
Deja las insinuaciones contra Vasco
para pasar a frontales acusaciones,
no podía ser tan rica su vida
cuando la suya era tan mediocre.
Inventó que su proceso
estaba a punto de solucionarse,
partió bajo la infernal lluvia
lleno de rabia y coraje.
El pueblo apoya al comandante
pues todos ellos, jubilados y tímidos,
necesitan sentirse partícipes
de
una parcela de heroísmo.
Por comedida que sea la vida,
lleva dentro una diminuta chispa
capaz de transformarse en incendio
saliendo así de la monotonía.
En la vida arriesgada y temeraria
del
comandante encontraban peligros,
pecaminosos amores y batallas
que ellos jamás habían vivido.
En el mar rojo fueron devorados
por
tiburones diecinueve marineros,
él se salvó gracias a la bondad divina
y a
su destreza en el manejo,
del cuchillo con que abrió la barriga
de
tres tiburones hambrientos
¡muchos tiburones parecen!
dijeron los partidiarios de Chico Pacheco.
Apareció Vasco Moscoso
pintiparado con
chaquetón de gala,
de ardor patriótico llevaba
también
engalanada el alma.
Alarmantes toques de bélico clarín
despertaron a
la población de madrugada,
Caco Podre,
recuperando su juventud
en la plaza dio el “Toque de diana”
Izaron las banderas de Brasil y Bahía
en el
improvisado mástil de una cucaña,
cohetes estallando en el aire
bombas de palenque resonando como salvas.
Por las ventanas abiertas
caras de sueño
asomaban,
a la plaza corren los niños ,
los jubilados
van llegando en pijama.
Exalta la
memoria de los libertadores bahianos
el comandante
durante su discurso,
explotando de indignación y rabia
contra los
opresores lusos.
Tras los himnos comenzó el desfile
los botones de
su chaqueta brillaban al sol,
llegó su fama aquel 2 de Julio
a
los límites extremos de la región.
Se desata la tempestad, Chico Pacheco
desciende del tren gritando:
¿ no os avise? ¿no os lo decía?
jamás un navío
ha pisado.
Llevaba un cuadernito negro
donde mil
fechas había apuntado,
de vez en cuando lo abría
para poder consultarlo.
Le escuchaban sorprendidos
algunos, los
que le daban crédito,
empezaron a mirar al comandante
con absoluta arrogancia y desprecio.
Otros no creyeron al recién llegado
pero recelaron
del comandante,
como los dos
tendrían sus razones
quedáronse en
tierra de nadie.
Y hubo quienes no creyeron una palabra
del Inspector de Consumos
entre los primeros Adriano Meira,
Zequinha Curvelo entre los últimos.
Los ánimos se fueron exaltando
viejos amigos ya no se hablaban
a punto estuvieron de llegar a las manos
y darse un atracón de bofetadas.
VERSIÓN DE CHICO PACHECO
ARAGAOZINHO
Su abuelo era jefe de la firma Moscoso & cia
prestigiosa, expendedora de mantecas,
de excelentes vinos, exquisito bacalao,
de quesos olorosos y batatas inglesas.
Portugués de rígidos principios
cuya palabra vale mas que cualquier
documento firmado, es sobrio
en el
vestir, en el amar y en el comer,
El edificio tenía tres pisos,
en
el tercero vivían los empleados,
y en los cuartos mejores, los clientes
que están en la ciudad de paso.
Quiso un día el abuelo
meter en el
negocio a su yerno,
le ofreció un puesto en la oficina
pero ¿por quién le tomaba el viejo?
Él tenía cinco o seis empleos a su disposición
pero no
terminaba de decidirse,
no logró ni un contrato oficial para la firma ,
pero en su
negativa se mantuvo firme.
De noche era un hombre libre
con asuntos comerciales que resolver,
por la tarde era esposo intachable
dedicando su tiempo a su mujer.
Le hacía el amor con constancia
con melindres de enamorado,
volvía de madrugada sonriente
de hembra y
aguardiente colmado.
Su muerte fue llorada por su esposa,
por amigos,
compañeros de juegos
y por acreedores horrorizados
por
la pétrea insensibilidad del suegro.
Vasco perdió a su padre a los tres años
y a
los pocos meses a su madre también,
incapaz de resistir la añoranza
del
marido apasionado e infiel.
Fue criado por el abuelo
a los diez años lo metió en oficinas,
empezó barriendo salas y el almacén
y
cargando mercancías.
Rosa, la misma cocinera negra
que
el abuelo frecuentaba,
alegra sus noches en aquel cuarto
de calor asfixiante y sin ventanas.
El viejo miraba al nieto
y
movía la cabeza desanimado,
no revela estilo ni manera para el negocio
es
desatento y descuidado.
Lo coloca como viajante
a
la espera de resultados,
pero su paso por la corporación
fue
fulgurantemente rápido.
Concedía créditos a comerciantes en
quiebra,
vendía según sus simpatías,
en lo mas alto de cada prostíbulo
dejó su nombre y el de la firma.
Volvió a ponerlo en el despacho
para acompañar a los clientes por el interior,
para eso era excelente, buen compañero
de
juerga y mejor conversador.
Carol,reluciente
de alhajas
hermosos
anillos en los dedos
pendientes en
las orejas
collares en el
pescuezo
erguido el corpiño,
diadema en el pelo
arrastrando la cola del vestido
de noche, busto
opulento.
Cuarenta años por burdeles, primero
como pupila, después como propietaria,
desde que un viajante se la llevó consigo
deslumbrándola
con su labia
y con sus modos de ciudad grande
para una semana
mas tarde largarla
en Recife, con solo diez y seis años
sin pureza, sin
experiencia ni plata,
sobrada de miedo vagando entre puentes
con los ojos
clavados en sus aguas.
Hoy, sentada con su caja de joyas
entre los
muslos recordaba,
sus piernas temblorosas, perdida
deshonrada y
tentada por las aguas.
Cogía entonces sus anillos y collares
sus esmeraldas
y topacios
y evocaba aquella noche cuando solo
eran suyos el
miedo y el cansancio.
Le había parecido un príncipe
de cuentos de
hadas con sus muestrarios
pero príncipes, solo eran los cinco mozos
que
acudían a la pensión Montecarlo.
Con elegantes canotiers y bastones
vestidos de
blanco y bigotes rizados,
la rodearon
entre todos
con profusión
de besos y abrazos.
Eran los calaveras mas esperados
en las
pensiones de mujeres,
iban frecuentando cafés bailes
mesas de juego
y burdeles.
Se encontraban al anochecer
jugaban al billar bebían cerveza
prolongando la noche en cabarets
partidas de póquer y cenas.
Ella mandaba y desmandaba
hasta políticos
del interior,
venían a verla, a cortejarla
y pedirle
consejo y protección.
Capitán de fragata Georges Días Nadreu
apasionado del
póquer y las negritas,
Jerónimo Paiva
pariente del gobernador
abogado sin clientes y periodista,
Teniente Lidio Marinho
oficial
ayudante de palacio,
suspirado partido de las mozas
su padre es senador del estado,
Coronel Pedro Alencar
esta viudo y no
tiene hijos
por último Vasco Moscoso Aragón
es el único que no ostenta título.
Aragoncito busca a Dorothy con los ojos
es la mantenida de Roberto,
quien le aprieta entre sus brazos besando
con
su hocico de cerdo su hermoso cuello.
Dorothy, ojos de llamarada
labios hechos
para el beso,
mujer con sed de amor
basta mirarla
para verlo.
Necesitada de macho que la cabalgue
en los campos
de la noche y galopar,
hasta las fronteras de la aurora
mas
allá de la fatiga haciéndola soñar.
Soñaba con verse ante un tribunal
defendiendo a un inocente con elocuencia,
arrancaría lágrimas con su talento
al mas insensible corazón de piedra.
Se veía después en la sala de operaciones
salvando con sus propias manos,
la vida en peligro del gobernador
con sus mil negocios aparcados.
Desfilaría ante sus tropas con porte marcial,
y condecoraciones en el pecho,
frenando la avanzada del enemigo
entre la
metralla y el fuego.
Una bala perdida le hería el pecho
el se inclinaba
en la silla de montar,
el pecho roto, una muerte gloriosa
pero inflexible su voluntad.
Sus cañones destrozarían la defensa de la ciudad
en una batalla naval, ordenaba ¡fuego!
entrarían en el
puerto de Buenos Aires,
con la bandera
de Brasil ondeando al viento.
Rapto
Pensaron los amigos que era Dorothy
la culpable de
sus desvelos,
por verla con otro no sonreía
y quisieron poner remedio.
Todo ocurrió a la media tarde
la pensión
llena de paz y silencios,
solo Dorothy permanece en ella
pues solo puede
salir con Roberto.
El magistrado Rufino, vejestorio
llegaba en
jueves alternos,
exigía niñas de la edad de su nieta
pagaba bien sus
indecentes deseos.
Hoy está con la pícara Mimi
desde la escalera se oyen sus resoplidos,
un tumulto de ruidos lo saca del cuarto
con los
calzones por los tobillos.
El magistrado está a punto de desmayarse
al ver a Carol
amordazada
y un enmascarado con una pistola
dando órdenes y le apuntándole a la cara
Roberto toma a los raptores
por la familia
vengativa llegada,
para lavar con sangre la honra
de la moza
recién desflorada.
-¡No me maten, no fui el primero!
uno de ellos
con una cuerda,
amarró al asustado Roberto
con expertos nudos los brazos y piernas.
Se van los captores con su presa
a Roberto no le
llega la camisa al cuello,
decide trasladar su residencia a Río
promete a Carol
que le enviará dinero,
a cambio de que mantenga el anonimato
sobre su nuevo
paradero.
Al jurista acongojado
le escurría el
miedo por las rodillas,
teme marcharse sin calzoncillos
y coger una mortal pulmonía,
Carol le presta unas bragas
de encajes bordados y puntillas,
no volvió a la pensión, murió en la cama
entre los
brazos de una niña.
Ahora ya podía el comerciante
usufructuar sin resquicio de melancolía,
los bienes con que la providencia y el abuelo
le habían
favorecido: soltería,
riqueza, suerte en el juego atractivo
para las
mujeres e innata simpatía,
tatuó un corazón en su brazo
junto al nombre de la mujer querida.
Pero aquel arrimo se hizo fatigoso
declinando en
convivencia cotidiana,
él puso los ojos en otras mujeres
ella volvió a
su vida pasada.
Regresó la tristeza y la melancolía
que ensombrecía los ojos de Vasco Moscoso,
los amigos empezaron a sospechar
que tenía alguna enfermedad o trastorno.
Vasco Moscoso es soltero
popular entre las jovencitas
no tener un título que añadir a su nombre
le
llena de tristeza y coarta su alegría
Hasta Dondoca que apenas sabe firmar
comunicó un día a su escritor
que iba a graduarse con título y beca
en
la escuela de Corte y Confección.
No satisfecha con ser doctora
de
la aguja y las tijera se convirtió,
por las noches en profesora emérita
en
las ciencias del amor.
Deciden sus amigos facilitarle
el
título de “Capitán de Altura”
pues si no, su tremenda tristeza
no
desaparecerá nunca.
Ese título no se consigue en la escuela
aprobando exámenes anuales,
sino en la comandancia de marina
ante un tribunal de oficiales.
Hay que presentar una tesis doctoral
describiendo un viaje marítimo,
a lo largo de la costa desde la salida
del
puerto a la llegada al destino,
resolver problemas de navegación
cuando el mar está tranquilo,
superar amenazas de naufragios
cuando se torna bravío.
Aprobada la tesis se someterá a pruebas
orales de navegación astronómica,
manejo del sextante,cartas de navegación
navegación meteorológica,
navegación marítima y fluvial
derecho internacional marítimos,
tras los exámenes le darán un diploma
que lo capacita para el mando de un navío.
La tesis se la hará un amigo
deberá copiarla con su letra,
para el examen oral le darán
las
preguntas con sus respectivas respuestas.
Como se emociona el Aragaozinho,
siente las lágrimas en sus ojos,
querría decirles a sus amigos que son
la
sal de la tierra pero no sabía como.
Siente su corazón galopando
le salieron fáciles las respuestas,
sin un error, sin un titubeo ,
sin un desliz en la pronunciación
siquiera.
Su título le daba dominio
sobre los mares, ríos y lagos,
podía mandar navíos con cualquier bandera
en
las rutas de los cinco océanos.
Encargó uniformes de verano e invierno,
festivos, de diario, azules y blancos,
todos con las gorras correspondientes
todos ellos en oro bordados
A cambio de un buen puñado de billetes
le otorga el rey de Portugal y los
Algarves,
el
grado de Caballero de la Orden de Cristo
por la abrir nuevas rutas en los mares.
Ahora dedicaba su tiempo a buscar
objetos marítimos en los anticuarios,
instrumentos de a bordo, sextantes brújulas
coleccionó
mapas y grabados de barcos.
Compró una rueda de timón,
aguja
magnética, catalejos, cronómetro,
una miniatura del navío “Benedict”
un telescopio anemómetros e higrómetro,
una escala de gruesa cuerda,
cajas de whisky
para los amigos,
nunca mas se
presentó ante ellos
con la cresta
caída y el ánimo hundido.
Se casó el teniente Lidio Marinho
saliendo así de
la circulación,
Georges Dias Nadreu fue ascendido
colocado al
mando de un destructor.
¿Como imaginar la noche de Bahía
como concebir pensiones y burdeles,
sin la presencia del marino rubio
galanteando a
las mujeres?
Le dijo en la fiesta de despedida:
¡Comandante, alza la cresta
un marinero nunca se rinde
al dolor ni a
la tristeza!
Se acabó la carrera política de Jerónimo
le encontraron un enchufe en Río,
no quiso conocer el comandante al nuevo
gobernador. Era
fiel a sus amigos.
Siguió participando en recepciones
y en los
desfiles mezclándose con el pueblo,
ataviado con sus uniformes de gala
pero distante
de la gente del gobierno.
Un comandante de navío se acostumbra
a la
inconstancia del mar y del tiempo,
en la estela de las olas forja su carácter
y da firmeza a su corazón haciéndolo
apto para enfrentarse con una sonrisa
a decepciones disgustos y abandonos,
sus amigos salieron de su vida
dejándolo completamente solo.
Dorothy dejo la pensión Montecarlo
un coronel
viudo se enamoró de ella,
de sus ojos negros inquietos
y se la llevó a
su hacienda.
Cuando Vasco quiso volver a la empresa
Menéndez
ya era dueño de la firma,
él se había gastado durante esos años
hasta lo que le
faltaba y lo que no tenía.
Vendió su grandiosa residencia,
compró una
casita en el lago,
colgó en la pared sus diplomas
instaló sus instrumentos náuticos.
Un marinero nunca se rinde
cuando deja de ser millonario
ni cuando no se renuevan los amores
y los amigos se
han marchado,
ni cuando se pierde el gusto por la bebida
y el sueño
llega antes de medianoche,
vendió la casa del lago, se fue a Periperi
suburbio donde
no llegan los rumores.
La cuidad se dividió en dos partes
adeptos y detractores de Chico Pacheco,
tenían conflictos, se insultaban
andaban con el diablo en el cuerpo.
Los partidarios del comandante
en los bancos que dan al mar se sentaban,
a sus espaldas los de Chico Pacheco
en los que a la
plaza daban,
En medio de todo solo un hombre
permanecía
sosegado y tranquilo,
subiendo a los peñascales
para ver la
llegada de navíos.
Cuando escuchaba los rumores
provocados por
Chico Pacheco,
se limitaba a comentar con los íntimos:
¡olvídenlo, es simple despecho!
En vista de tanta envidia e ingratitud
el comandante
piensa en marcharse,
llevar a otro burgo mas civilizado
el privilegio
de contarlo entre sus habitantes.
El destino es caprichoso, interviene
para restablecer la verdad de acuerdo,
con sus propias simpatías
y no a la vista de pruebas o documentos.
Llegó a puerto un barco de la Compañía
Nacional de Navegación Costera,
su comandante había muerto
a media hasta
lucía su bandera.
El primer oficial asumió el mando
pero las leyes
del mar exigían,
que otro capitán dirigiera el navío
hasta que llegara el de la Compañía.
Vino un forastero a pedir al comandante
con la mejor de sus sonrisas,
que se hiciera cargo del navío
para poder
seguir con la travesía.
-Juré no pisar un puente de mando-
asegura el
comandante muy serio,
a Zequinha Curvelo no parece
agradarle nada este comienzo
-Está obligado- responde Americo Antunes
por las leyes
de la mar,
hablan a solas, todo se arregla
nada puede salir mal.
Explica a los amigos que ha exigido
a la compañía un documento
explicando las razones
por las que
quebranta el juramento.
Salió con las maletas, repartió abrazos
tomó camino de la estación,
sus rivales creían que huiría,
los otros que cumpliría con su obligación.
A lo lejos, la silueta del barco
echaba humo por
la chimenea,
lo vieron emproar a bocana
y escucharon el lamento de su
sirena.
Fue presentado al comisario de a bordo,
al médico,
pilotos y maquinistas,
no quiere modificar los hábitos del barco,
da orden de servir la comida.
Junto al comandante un diputado
amenaza con
inminentes revoluciones,
intuye una insurrección armada
el senador se ríe de esos rumores.
El pollo exigía toda su atención
pues amenazaba
con saltar del plato,
el puré de patatas revolvía sus tripas
no conseguía dominar su estómago.
Se echó sobre la borda no tuvo tiempo
de llegar a la puerta
de su camarote,
creyó ver llegar su hora postrera
le salió la vida y la honra a borbotones.
Se sintió humillado, sin fuerzas
para
desvestirse se tiro a en su camastro,
al día siguiente con su cresta erguida
salió a cubierta con su uniforme blanco.
Va distribuyendo amables “buenos días”
hay tres muchachas en torno al diputado,
la señora con un perro escandaloso
llamada
Clotilde, es profesora de piano.
Miraba a las artistas, sin querer confesarlo
sintiendo un íntimo y hondo deseo,
de frecuentar la compañía de rameras
como en sus
mejores tiempos.
Con ellas sabía conversar
no tenía que medir las palabras,
como debía hacer con las buenas familias
de la sociedad
bahiana.
Era el barco un mundo en miniatura
había ricachos, políticos, banqueros,
mujeres cuyo
negocio es la seducción
y sus
herramientas, sus atractivos cuerpos.
Por la tarde relató sus aventuras,
contó la tempestad en el mar de Bengala,
en un carguero de bandera inglesa
navegando por
las costas de Birmania.
Rutas peligrosas agitadas por corrientes
marítimas y por
monzones azotadas,
las señoras abandonaban el ganchillo
al ver al comandante como se arrastraba
por cubierta arriesgando su vida,
para ver
después como salvaba
a un marinero atrapado bajo el mástil
con las piernas
rotas y las costillas fisuradas.
Bajó a la tercera cubierta allí viajaban
de regreso en
la misma drástica pobreza,
los campesinos que antaño huyeron
de la sequía hacia tierras sureñas.
La esperanza de mudar de destino
les llevó a
atravesar las estepas resecas,
cruzar los caminos del desierto
y las comarcas yermas.
Hoy ya solo les queda el deseo
de regresar a
su tierra,
tan pobres como se fueron
a esperar que
la muerte venga.
Perfumada con majestuoso vestido
y unos ojos que esconden una pena secreta
con cabellos perfectos vio a Clotilde
como
deslizándose por cubierta
Llenaron el aire los acordes
de “la Boheme “ durante la cena,
imaginaba el comandante a la soprano
vendiendo salud
y mantecas,
despeñándose frágil y tísica en brazos
del flaco tenor
incapaz de sostenerla.
Clotilde se sentó al piano
él, que la
había creído una maestrilla
se sintió orgulloso con la salva de aplausos
con que saludaron las dotes de la pianista.
Caminaban turbados por cubierta,
vagando en sus sueños, un tropezón
la arrojó a los brazos del comandante,
él la abrazó
con emoción.
Sintió sus cabellos sobre su frente,
sus seno contra su pecho advirtió
y el ardor de su vientre huérfano
ávido de
caricias ternezas y pasión.
En el salón, las artistas impacientes
exigían a voces el comienzo de la lotería,
de premio un perfume, un llavero,
un cenicero con
el escudo de la Compañía,
y una pieza que enamoró a Clotilde
un sofá de
regular tamaño,
donde dos enamorados se miran
a los ojos cogidos de la mano.
La ganó un tipo muy charlatán
que pasaba las horas ganando,
los ahorros de comerciantes
y acaudalados
hacendados.
El comandante le pide que abandone el barco
que ha
descubierto sus trampas,
que conoce toda la corporación
de los profesionales de su calaña.
salió a cubierta desafiando al viento
llevando en su
mano la pieza de porcelana.
En su estrecho camarote
alta ya la
madrugada,
sueña que al llegar a puerto
una familia le
aguardaba,
los hijos esperando los recuerdos
que él les traía de escalas lejanas,
la esposa se arrojaba a sus brazos
llena de
emoción deshecha en añoranzas.
Le había faltado tiempo
para un amor estable,
siempre navegando siempre solo
con sus naufragios y tempestades,
con sus corrientes marinas y ciclones
sin una esposa
que le diera su afecto,
sin hijos que conserven su nombre
acogiéndose a
la fortaleza de su pecho.
Tenía sesenta años, su pelo era blanco
y ya no tenía esa fuerza,
de levantar fardos de bacalao
y barricas de
manteca,
ni de sostener la rueda del timón
en medio de las
tormentas,
pero su corazón era aún el de aquel
adolescente sin
adolescencia.
Ahora, al encontrar a Clotilde sentía
cuan larga y solitaria había sido la espera,
ella tenía cuarenta y cinco años
no era tan
grande la diferencia.
Deseaba murmurarle al oído
frases
apasionadas, acariciar su pelo,
aplastar su boca contra sus labios
tumbar su cuerpo en el suelo.
Sería el encuentro de dos almas solitarias
que en el otoño de sus vida se dan el brazo,
dos almas dispuestas a marchar juntas
cicatrizadas las heridas del pasado.
Clotilde hubiera podido casarse
tenía
cualidades, pero escogió demasiado,
a la espera de su príncipe azul
los años se le
fueron pasando.
Llegó un médico, montó consultorio
le hizo la
corte mientras llegaban los clientes,
él era atento y respetado y a ella
se le pasaba el
tiempo de ser exigente.
Sus pocos clientes no le daban para vivir
en casa de la novia cenaba y comía,
los amigos le buscaron un empleo en Río
y se preparó el
noviazgo con prisas.
Por la tarde, en casa de la novia se haría
la ceremonia
civil, y la religiosa,
se fue el novio a llevar las maletas al hotel
donde pasarían la noche de bodas.
La casa estaba repleta de invitados
llegaron el
cura el juez y el escribano,
el retraso del novio alcanzó el límite
de lo
intolerable y salieron a buscarlo.
A las ocho desertaron el juez y el sacerdote
empezó la
desbandada de los convidados,
volvió el hermano con la increíble noticia
de que el médico ya se había largado.
Se encerró en casa tocando el piano
para cuando quiso, no halló quien la quisiera
él se casó con la hija de un ricacho
importante y tiene caballos de carreras.
Tal vez “El señor” para él la reservaba
solo que un poco tardía la entrega resulta,
pues la fruta empieza a malograrse
por estar excesivamente madura.
Salia la luna en medio de las aguas
donde había
dormido y reposado,
iban a empezar por la cubierta del barco.
una aventura de enamorados
Era noche de luna llena,
en medio de la
luz pálida navegaba el Ita,
los vientos llegaban del sur y del norte
saludando a la luna con caricias de brisas.
Él sintió su aliento cálido
ella apoyó su
adornada cabeza
en el hombro del comandante ornado
de anclas y
charreteras,
Él la rodeó con sus brazos,
ella
estremeciéndose, suspiró,
sus bocas se encontraron, fue un prolongado
beso con larga sed de amor.
En el navío iluminado por la luna,
cielo y mar en
oro y plata bañados,
intercambian juramentos de amor
suspiran y se estrechan las manos.
Ella quiso contarle su historia,
repartía
suspiros entre su relato,
tuvo un novio que era médico,
contaba ella diecisiete años.
Sus almas se hermanaron en la música,
¡qué juntitos
tocaban el piano!
ejecutando complicadas partituras
deleitándose
los dos mano a mano.
Confiaba en su dignidad y su amor
la fecha de la
boda fijaron,
le llego una carta de una modistilla
a quien su novio había deshonrado,
lanzándola al despiadado arroyo
con un hijo entre sus manos.
Con el corazón desgarrado
Tildita Soponcios rompió el compromiso,
exigiéndole que se casara
con la madre de
su hijo.
No le gustaba hablar de aquello,
esa herida
nunca cicatrizó
juró no mirar a los hombres
cerró a cal y
canto su corazón.
El comandante le cuenta las razones
de su vivir
esquivo y solitario,
ella se llamaba Dorothy
lleva en el
brazo su nombre tatuado.
Ella le pide que su compromiso
en secreto lo mantenga,
quiere una boda intima
sin invitados
ni fiesta,
no quiere un noviazgo largo
el sufrimiento
le había vuelto desconfiada,
no le revela sus apellidos
su espíritu
romántico el misterio adoraba.
Cuando desembarquen le dará un papel
con su dirección y nombre completo,
quiere poner su amor a prueba
guarda el papel
al calor de su seno.
Él le comunico, que no se reducían sus bienes
a los haberes
de la jubilación,
que tenía casa propia en una de las playas
mas elegantes
de Salvador,
que tenía papel del estado
con rentas mas
que necesarias
para garantizarle una vida
placentera,confortable y holgada .
El comandante aprovechó para escabullirse
cuando Clotilde en una iglesia entró
cuando termina sus preces y no lo encuentra
a su lado, se
le para el corazón.
Sus ojos lo buscaban impacientes
mientras se le
llenaban de lágrimas,
a donde fuiste sin avisarme
porqué me dejaste plantada?
Sacó del bolsillo una cajita
con dos alianzas recién compradas,
sellando así su compromiso
en el silencio
de la fría estancia.
Él tenía una vida excitante para depositarla
en su seno y
compartirla para siempre
haría la petición de mano oficial
al llegar al destino al día siguiente.
FINAL DEL VIAJE
Había sido un viaje sencillo
sin incidentes dignos de mención,
no hubo amenaza de naufragio
ni motín de la tripulación.
Su misión había terminado
las máquinas redujeron el ritmo,
ya divisaban el puerto,
el navío llegaba al destino.
Dijo el oficial: un marinero
debe conocer las leyes del mar,
y en el último puerto solo el comandante
las últimas maniobras debe ordenar.
Para amarrar el navío al muelle
¿cuantas amarras deberemos utilizar?
Respondió el comandante con la voz
de alguien acostumbrado a mandar:
-¡con todas!... se miraron sorprendidos
pues esperaban ver su desconcierto,
las risitas de tripulantes y oficiales
indicaban que le habían descubierto.
-¿Con cuantas anclas, con cuantas cadenas
con cuantos cables lo amarramos a puerto?-
-¡con todas, con todas, con todas,
utilicen todos los elementos!-
Mil cables se balanceaban en el aire
arrastraban
maromas los marineros,
-¿con cuantos strings...comandante ?
-¡con todos!... las risas crecieron.
-¿también el anclote, comandante?
-¡también, ligado por amarra y por cable de acero!
Cuando la maniobra termina
era el comandante el hazmerreir del puerto.
Fue en busca de su querida Clotilde
pero ella lo miró con desprecio,
le dio la espalda e hizo añicos
el tibio papel que portaba su seno.
Se paró en el primer escalón
le lanzó otra mirada de desdén,
sacó del dedo la alianza
y la arrojó con rabia a sus pies
Solo Mohema, la mulata, lo consolaba
murmuró un gracias con la voz perdida,
desapareció con paso vacilante
como un anciano de cresta caída.
Llego a la pensión de Doña Amparo
cordial y desdentada mestiza,
estaba vacío,cuando llegara a Periperi
¿que historia les contaría?
En el silencio pesado del bochorno
retumban las carcajadas en su pecho,
agobiado por la tristeza y el aguardiente
se sumergió en un profundo sueño.
Contrariando las previsiones meteorológicas
se desató sobre el puerto y la ciudad,
la mayor tempestad de todos los tiempos
en la historia de aquel lugar.
Apresurados e inclementes
llegaron los vientos furiosos,
venían desatados con rabia
rugiendo de inquina y odio.
De todos los cuadrantes del mundo
llegaba un tifón dispuesto,
a destruirlo todo a su paso
para salvaguardar un sueño.
El mistral sorprendió a un yate
en un salto macabro le dio un volteo,
rasgo las velas, arranco el timón
y lo lanzó lejos, muy lejos.
El Terral y el Aracatí se ocuparon
de un barco ingles y un navío brasileiro,
batiéndolos entre sí, con rumor de cascos
rotos, los
lanzaron mar adentro.
El terral mas nacionalista
se entretuvo con el carguero,
pasando su afilada lengua como un cuchillo
por la garganta de los rubios marineros.
Llegó el Simún
levantando arenas
con el fuego ardiente del desierto,
llegaron los alisios hundiendo vapores
yates, buques, navíos y veleros.
Llego el frío de las estepas de Siberia
en alas de glaciares vientos
llegaron con un considerable retraso
porque venían de muy lejos.
El Harmatán revolcó barcos
arrojándolos contra el muelle,
no falto a la cita el Viento Negro
con su canción siniestra de muerte.
Los Monzones llegaron del Índico
por donde tanto navegó el comandante,
arrancaron casas revolcándolas
como las hojarascas de los árboles.
Con los vientos llegaron las lluvias
que dormían en las húmedas florestas,
trayendo las aguas estancadas del tifus
de la malaria y la viruela negra.
Vinieron, transformando la ciudad
en miles de ríos y torrenteras,
el amazonas empezó a desbordarse
y a horadar con sus dientes la tierra.
El clamor pavoroso de las aguas
se escuchó en Africa, donde reconocieron
el grito de guerra del Xangó,
dios de los rayos y los truenos,
dios de la virilidad y la justicia
dios de la danza y el fuego
que iba impartiendo justicia
fabricando islas, regalando muertos.
Se arrodillaban a rezar hombres y mujeres
iba la gente por la calle en desespero,
era el juicio final, se llenaron las iglesias
se vieron libres asesinos y rateros.
Cuando se fue la tempestad
brillo la verdad en el firmamento,
los ricos valoraban sus perjuicios
los pobres contaban sus muertos.
El telégrafo nacional
y el cable submarino
transmitían a los cinco continentes
la noticia del inmenso cataclismo
y el nombre de
la única persona que supo
prever la tempestad y salvar su navío.
Le hicieron un homenaje
le entregaron un pergamino,
que daba cuenta de los hechos
y un medallón conmemorativo.
Triunfal desembarcó en Periperi
bajo halagos, vivas y cohetes
llevado a hombros por sus amigos
hasta la casa de ventanas verdes.
Chico Pacheco cambió de residencia
pues no cabían allí al mismo tiempo,
el comandante con su flamante gloria
y él con su interminable proceso.
Por la noche en la sala del telescopio
les habla de Clotilde, tan bonita
¡con tanto muchachito guapo a bordo
se enamoró de él, la mulatita!
Resultaba difícil distinguir la verdad
desnudarla de sus velos de fantasía
fue Clotilde, o Mohema a quien se declaró
en cubierta bajo la luna fría
No hay matices, cielo o infierno
el purgatorio es invención tardía
para producirnos consuelo,
todo es verdad o mentira.
A muy pocos alcanza
el don de la fantasía
hay verdades que envilecen
y a los indefensos humillan
Ante esa verdad de tiranos
de puras intenciones falsamente cargada
celebro el elogio de una mentira bella
y cálida como la piel de una mulata
¿Quien llevo a Vasco de Gama y a Colón
al puente de sus carabelas?
¿quien dirige las manos de los sabios
que mueven palancas creando estrellas?
¿Quien dibuja una nueva luna en el cielo
de este suburbio del universo?
¿Está la realidad en la verdad de cada uno
o
en los hombres que tienen sueños inmensos?