Otra obra corta, otra joya de la literatura universal. ¡Qué pena que solo la tengamos una semana!.
Pero las cosas son así y hay que seguir con el vicio.
No puedo decir nada de la obra de Gabriel García Márquez que no sea mi más absoluta admiración. Siempre es una gozada ensimismarse con Gabo, dejarte llevar a esos mundos maravillosos y formar parte de su desbordante entramado literario.
Hacer referencia, eso sí, al buen rato que hemos pasado con esta novela, que si bien no tiene muchas página, da para otras cuantas tertulias ya que hay temas y temas a montón.
Lo dicho, una joya. Una lectura obligada. Unos momentos inolvidables que nos harán perder la noción del tiempo e incluso no nos enteraremos de que el Sol ha madurado, siguiendo los pasos del coronel como quien camina en busca de una moneda que se le ha perdido.
Ya está aquí la ficha.
TITULO DEL LIBRO: EL
CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA
AUTOR: GABRIEL GARCIA
MARQUEZ (COLOMBIO 1927 – MEXICO 2014)
ARGUMENTO: Una espera
que desespera y una desesperanza que alimenta la espera. Este podría ser el
argumento. Sencillo pero pleno. Un coronel y su esposa, huérfanos de hijo,
asesinado por la policía, se aferran a la vida casi de milagro esperando una
carta y una pelea de gallos. La carta es la jubilación de él y la pelea es la
del gallo de Agustín, su hijo. El no tener nada ya que vender; el estar en la
pobreza más amarga; la relación de un matrimonio que aguanta al límite de lo
natural, y los acontecimiento de tres meses son los mimbres de este cesto,
aderezado de sentencias que solo García Márquez puede hacer y personajes como
el Padre Ángel, el compadre Don Sabas, el Médico, los amigos de su hijo y el
gallo, ese estupendo gallo que salvará a todos.
VALORACIÓN: Una obra de
Gabriel García Márquez. Corta pero muy suculenta. Con todos los componentes de
la prosa del autor. Sus casi cien páginas nos dan para disfrutar de la
literatura universal con mayúsculas. Como bien se refleja en la obra “La
ilusión no se como, pero alimenta”. El coronel no tiene quien le escriba, no se
come, pero sí que alimenta. Llega de gozo el espíritu o el alma, como se
prefiera, e incluso el estómago. Hay que
probar, paladear, oler, sufrir y sobre todo andar con el coronel en busca de su carta. Se
le califica como de RESERVA.